Yo me denuncio ante ustedes por hablar de los pobres y mirarlos desde lejos sin conocer sus nombres. Yo me denuncio ante ustedes por gritar comunidad y hacer mi propio camino sin contar con los demás…”. Este fragmento es un poema cuaresmal hecho canción por el ministerio católico Ixcís. ¿Eres capaz de denunciarte? ¿Estás dispuesto a asumir la pena por tus delitos? La Cuaresma es un tiempo propicio para ser valientes y reconocernos delincuentes. ¿Palabra fuerte, verdad? Quizás nos resistamos a llamarnos de forma tan baja, tal vez hiera nuestra sensibilidad, pero te invito por un momento a mirarte como delincuente. Reconocerte delincuente es aceptar tus pecados, no como personales o privados, sino como delitos que hieren el cuerpo de Cristo. Llamarte delincuente es aceptar que tus apariencias de caridad y justicia han minado la credibilidad del Evangelio. Es aceptar que has intentado relacionarte con Dios ignorando al hermano. Es denunciarte por anunciar el Evangelio y no atreverte siquiera a quitarle el polvo de nunca abrirlo. Es acusarte por criticar las apariencias de los demás, pero luego dedicarte a maquillar las tuyas.

Es culparte por cantar la libertad, pero callar ante las injusticias por miedo “al qué dirán”. Reconocernos delincuentes es asumir con humildad la pena que merecemos por todas estas faltas. Este Año Santo demanda que seamos sinceros y nos denunciemos con humildad ante Dios por faltarles a los valores del Reino. Solo un corazón contrito y humillado puede denunciarse. ¡Ese es el único camino que conduce a Dios! Que en esta Cuaresma lleguen al cielo nuestras propias denuncias hechas oración, solo de esta manera podremos ser testigo del sacrificio de aquel Jesús que antes de conocernos ya había pagado ante Dios la pena que merecíamos por los pecados de ahora.

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