Un acto de prestidigitación de los mares dio al traste con la barcaza “El Faro” que trataba de surcar las aguas para llegar a Puerto Rico. Esa embarcación, que conocía al dedillo esa ruta, no pudo hacer frente al huracán Joaquín que echó a volar su furia y convirtió en papel al viento la barcaza con músculos probados y bíceps legendarios.
La barcaza traía un cargamento a cuestas, especie de Caballo de Troya sin malicia y sin puños bajos. El esfuerzo, el sudor, el trabajo era parte de la orientación básica de unos obreros que unen corazón, técnica y voluntad para llevar su producto. En este caso las multifacéticas manos abrieron ruta hacia Borinquén. Nunca llegó la carga.
Esa escena dantesca o apocalíptica es parte del álbum global de estos días que nos muestra la catástrofe, la huida veloz, el martirio con aditamento vital. Cada situación de la modernidad estrecha la mente que se pierde en el proceso de devastación que nos aturde al ver que la rutina diaria también tiene su torpeza y desazón.
La perplejidad nos ayuda a reconocer que vivimos entre el caos y las cercanías perfectas. Tratar de ponderar el éxito sin un fracaso cercano o previsible, es elevar a faro cualquier llama efímera y no estar preparado para verla esfumarse. Esa inquietud que brota de una porción luminosa tiene que estrecharse sobre la perfección auténtica que no está exenta de las partículas del decaimiento y el fracaso indiferente o colectivo.
Este acontecimiento de las aguas y los vientos desgarra la aventura humana que es sublimación de lo que es y se tiene. El ser humano añora dominar la tierra, pero no escapa de las caídas que acompañan su ritual de vida y de muerte. El mandato de Dios está en pie, pero los dolores de parto están vigentes, como una verdad clara para todos.
A menudo los golpes sobre la mente pasan desapercibidos o se tratan de balancear con eventos de gran categoría humana. Además de lo bello existe lo feo, los atardeceres del mal que todo lo dañan y lo someten a su dominio. Amparados en Dios podemos celebrar el triunfo humano desde la perspectiva del fracaso que también existe.