La palabra con aliento vivificante engendra entusiasmo y virtud. Desde adentro, en donde habita la verdad, sale la inagotable vorágine de ideas que precisan de corazones y voluntades en solicitud de apaciguar la vida. Ese coloquio interior que tiene consigo el llanto, y el sufrimiento y la alegría de vivir requiere de oídos en disponibilidad de recibir al otro, al que sirve con disposición de proyectar lo mucho y lo poco.
En otros tiempos de deleite vecinal, sin los medios de comunicación de hoy, la palabra estruendosa llenaba el ambiente. La garganta se quedada en el canto. Para llamar a una persona, el grito procedía y la persona contestaba con la misma avidez, aligerando el grito. Los rosarios cantados, devoción de la ruralía, invadían el barrio y los cantaores afilaban el galillo para entonar los himnos y dejar sentado que nadie como ellos, eran ricos en dominar el recurso de las notas del pentagrama musical.
Las circunstancias de la pandemia han creado el escondite como forma de comunicación a través del teléfono o del celular. Una vez cae la noche, o ciertas horas del día, la conversación telefónica dura horas. Lo que origina la llamada es experto en convenciones de todo tipo y manera. Los temas escogidos van desde la gallina que es mamá de doce pollitos hasta los asesinatos de féminas que cada día aumentan más. Así entre tema y tema se realza la compra-compra y las sutilezas de las grandes compañías por vender y vender. Se abre la pluma de todos los asuntos y después de tres horas, con las manos encogidas, se finaliza esa sesión de llamadas porque se piensa llegar hasta otras personas a ver si está dispuesta a recibir esa visita única, huésped de mil bostezos.
En este particular que hay que poner un tope a la conversación hueca, vacía, espeluznante. Esa nueva forma de ser huésped del teléfono y dar rienda suelta al mismo tema deteriora las relaciones humanas, limita la riqueza mental. Nada se logra con la repetición de noticias con un lamento añadido, a veces tergiversado. Todo lo negativo revierte y se pierde sentido de la realidad, de enderezar los caminos.
La conversación con objetividad de los hechos redunda en crecimiento humano. No siempre se ven los acontecimientos de la misma manera, pero es la conversación adecuada, justa y noble la que endereza el pensamiento raquítico y enfermizo. No todo puede ser juzgado sin evidencia y crear zozobra en el corazón de los demás.
La mente frágil, incapaz de razonar, torpedea la ruta de los demás y disminuye la amistad y familiaridad entre vecinos y amigos. La palabra sana, el pensamiento recto, la humildad conmovedora son aliados de la mente y el corazón. No hay que dejar que el encerramiento nos lleve a cerrar la mente y el corazón porque caeríamos barranco abajo, epidemia mayor.
P. Efraín Zabala
Editor