El pensamiento claro y convincente ha pasado a mejor vida en esta forma alocada de percibir la realidad. Ese rompimiento con la mente, inspiradora de luz, deja estragos en las decisiones apremiantes y las de largo alcance. Todo lo que es trivial, apetitoso e instintivo es albergado en el corazón sin miramientos, ni reflexión. Hemos llegado a almacenar limones agrios, en vez de endulzar la vida desde la verdad y la pulcritud moral como plataforma para la libertad.

Se camina en pos de los desaciertos organizados desde los sueños de una noche de verano. Toda decisión tomada contiene residuos tóxicos y los espejismos aparecen y desaparecen como indicativos de falta de juicio. Decidir el hoy y el mañana es para algunos un pasatiempo, un boleto de expiración inmediata.

Los que están de moda, principalmente El Chapo, son ídolos, especie de súper-hombres que rigen y mandan. El descontento con el liderato mundial o insular hace que muchos se vean reflejados en esas vidas que impactan por el arrojo y sagacidad. Esa locura de esos insignes, que a muchos aterra, sirve para el homenaje y la imitación de esos valerosos señores.

El desprecio por un sistema de valores y metas definidas se ha convertido en odioso y repugnante para algunos que otean un mundo en opulencia, de ofrecimientos nuevos. El débil y necesitado están bajo la consigna tabú, se ven como derrotados en un mundo de consumismo y técnicas que se alzan como apremio del corazón.

En el Año de la Misericordia se debe sembrar una genuina preocupación por los que sufren el abandono de la sociedad. Para que el bien común sea servido como Dios manda hay que llegar a las diásporas de abatidos y marginados. Tanto el gobierno como los grupos con actitud sanadora pueden escalar mejores fuentes altruistas para implantar una justicia más amplia y globalizada.

La sensibilidad de las nuevas perspectivas humanas necesita de un pensamiento vasto, con ataduras firmes que respondan a una fraternidad con lazos de vehemencia cristiana. La preocupación por el que vive al lado establece puentes, invierte en tiempo útil para zanjar las distancias físicas y sicológicas. Al mirar al prójimo con ojos de piedad y de amor, hacemos el pacto de la alianza más radical, más poderosa.

Reforcemos la mente y el corazón para mirar con ojos nuevos a los que se detuvieron al margen del camino por faltarles el abrazo solidario y la capacidad de ser fraternos en unas circunstancias de alejamiento y dispersión. Pensar bien, explorar la fe desde cimientos sólidos, nos ayudará a bordear la ruta de la nueva emancipación.

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