El oeste norteamericano se ha reflejado en la pantalla incontables veces, creándose así un género “El western” cuya primera película lo fue The Great Train Robbery de 1902.

Hoy, la exhibición de Hell or High Water nos enfrenta a otro filme del oeste. Su acción sucede en aquella parte del enorme estado de Texas situada en las cercanías con Oklahoma.

Allí, en sus llanuras asoladas por el astro rey durante los meses de verano, se sitúa la trama de esta película. Sus personajes centrales son cuatro, distribuidos por parejas.

De una parte están los hermanos McKenzie, que a la muerte de su madre se dedican a efectuar una serie de robos en sucursales de un poderoso banco, ubicadas en poblados pequeños.

Su objetivo consiste en apoderarse del dinero suficiente como para poder liberar el rancho de su difunta madre y sus tierras, tierras de las que el banco prestatario piensa posesionarse a base de una hipoteca reversible, ya que el banco sabe que dichas tierras contienen petróleo, lo que las hace de gran valor.

De la parte de la ley y el orden están los otros dos protagonistas: Marcus Hamilton, alguacil a punto de jubilarse y su ayudante, mitad indio y mitad mejicano, que soporta con pasividad los insultos de tipo racial que su compañero constantemente le dirige. Hamilton, además, posee un gran poder intuitivo que lo lleva a descubrir poco a poco que se trata de ladrones de poca monta que solo asaltarán sucursales pequeñas.

Ambos grupos se enfrentan a la conclusión del filme con resultados sorpresivos y también con su cuota de personajes que lamentar, al morir en ese enfrentamiento alguno de los personajes centrales.

La película, dirigida por David McKenzie y protagonizada por Chris Fine y Ben Foster que caracterizan a los hermanos Howard, esos maleantes con un propósito en mente y también por Jeff Bridges en el rol del alguacil y Gil Birmingham en el papel de su maltratado ayudante, cualifica como un oeste a la vez original y diferente.

Original por el énfasis que pone el filme en muchas de sus secuencias de concentrar tanto en los personajes y sus acciones como en el entorno en que se mueven, uno sometido a una gran pobreza que aflora por doquier. La cinta es también diferente por el tratamiento dado a los asaltantes. Estos no solo son contrastantes en personalidades sino que los une un gran afecto fraterno que a menudo se hace presente en forma poderosa.

El mismo contraste se establece entre el alguacil y su ayudante que pese a la forma en que es tratado ni se rebela ni se irrita ante tanto epíteto racial, ya que en el fondo existe un verdadero afecto entre ellos. Tan solo en una ocasión el ayudante le recuerda al alguacil que sus antepasados -tanto los indios como los mejicanos- fueron en el antaño dueños de la región, ahora en manos de los poderosos invasores blancos.

La película, al dejar en los espectadores la noción de que el fin justifica los medios ha sido clasificada ‘L’, para público adulto limitado, toda vez que su idea central podría resultar problemática para parte del público, por la clasificación católica. La clasificación voluntaria de la industria es la de ‘R’, restringida a menores de 17 años si no van acompañados de sus padres o guardianes.

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