Hay consenso de que la transparencia en la vida pública es urgente y necesaria para que la democracia sea vivida a consecuencia. Sin ética se agota el latir de la vida pública y se convierte en panal de reserva egoísta y corrupta. Ese continuo ir y venir por la esfera de la política, anhelando una parte del bizcocho, es un acto despiadado, una rutina organizada.

Devolver al rostro diáfano a los que están bajo el peso de la pobreza, es tarea de una conversión de corazón para aquellos que van a servir al pueblo. Ese equilibrio entre ricos y pobres no puede ser una asignación olvidada, ni un confeti de palabras para mantener a raya la pedrea entre unos y otros. Es de necesidad, un dictum morale, una agenda que se vacía en la urna electoral que se mantiene viva como un compromiso único.

Es indispensable participar en la política con el corazón en llamas, la mente alerta y la voluntad de trastocar esas desigualdades que rondan por todo el país y que no solo permean el bolsillo, sino la mente y el corazón. Ese proceso de devastación moral y ética en que las familias viven bajo el efecto de ayudas económicas/sociales ha pulverizado todo el andamiaje virtuoso. Se ha caído en los abismos de la rutinaria obsesión de quiero más a cambio de un voto o de una ilusión llevada al borde de la locura.

El economista argentino Bernardo Kliksberg, aguerrido de las causas justas y asesor de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano, ilustró al país con sus propuestas de alto contenido humano y ético. Establecer una colindancia de acervo ético y así devolver a la justicia su propia fisonomía ayudará a establecer un orden de categoría servicial y social.

Con su sentido de gladiador por las causas económicas y éticas, el señor Kliksberg no dudó en hacer referencia al Papa Francisco con su reserva luminosa para la humanidad. El Papa, con su lucidez evangélica, conjuga el nosotros podemos, pasando por el tamiz de la bienaventuranzas y elevando el rango de todos somos humanos.

El pueblo de Puerto Rico quiere escuchar las consignas que van dirigidas a estrechar logros que proliferan en solidaridad. Nuestras comunidades pobres no resisten más y exigen un trato más adecuado a su condición de hijos de Dios. La justicia, la verdad, la misericordia no pueden ser echadas en un vacío de actitudes dañinas. Conviene partir el pan adecuadamente y distribuirlo con amor.

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