María Cisilia Rivera Hance mejor conocida como Doña Ceci, es una mujer que ve la vida con entusiasmo y optimismo. Cada día agradece a Dios que no ha tenido que pasar una situación lamentable para darse cuenta de la grandeza del Padre Celestial.
“Hay personas que han reconocido la misericordia de Dios y su amor, por situaciones particulares que les han tocado vivir. Gracias a Dios yo no he necesitado de golpes violentos para reconocerle”, destacó.
Doña Ceci es catequista, coordinadora de Catequesis de la Misión Loíza, miembro del coro Paz y Alabanza que anima la misa de los sábados en la parroquia Santa María Madre de Dios en Loíza Valley a la que asiste y donde también es monitora una vez al mes en la misa dominical. Además, pertenece al Cenáculo Huellas de Cristo de Canóvanas.
Relacionado a la labor que realiza en este último, informó que se reúnen una vez al mes para compartir ideas, reflexiones y meditaciones. Esto con el ánimo de orientarse y fortalecerse para poner al servicio de otros los dones que Dios le da a cada cual.
“Los cenáculos son grupos de oración en los que en la providencia diaria ofreces servicio en el ambiente que te rodea. Puede ser a través de la visita a enfermos, ofreciendo servicios a la comunidad. Todo esto mediante los dones y capacidades que Dios te ha dado”, precisó.
De otro lado, manifestó que aunque su familia era católica no iba regularmente a la Iglesia, no fue hasta que estaba en escuela superior que se integró al grupo de jóvenes de la parroquia Nuestra Señora del Pilar de Canóvanas.
En esa misma parroquia en la Ciudad de los Indios, se casó en 1969 con Ramiro Ciares Pérez con quien procreó tres hijas. Explicó que mientras sus retoños estaban pequeños estuvo alejada de la Iglesia. Pero tan pronto sus hijas entraron a la escuela se reincorporó y ha permanecido militante hasta el día de hoy.
Sobre su esposo opinó que fue una pieza clave, puesto que mientras ella estaba en alguna reunión él se quedaba pendiente de las niñas.
A pesar de que Doña Ceci está inmersa en muchas actividades combina esto con las tareas del hogar, cuidar a su nieto de 7 años que recoge en las tardes después que sale del colegio y en sus pasatiempos que son leer, cantar y atender con esmero su jardín.
“Hace unos meses comencé a tomar cursos de guitarra, esto lo he empezado muchas veces, pero nunca lo termino. Me dije: ‘antes que me caiga en cantos tengo que aprender a tocar para acompañarme’”, dijo entre risas esta mujer que tiene una melodiosa voz.
Doña Ceci tiene una agenda cargada, pero afirmó que: “Sabiendo que hay tanta necesidad sería injusto de mi parte quedarme en mi casa. Como cristiana católica me parece que tengo una responsabilidad que va más allá de ir una vez a la semana a la misa”.
Finalmente, mencionó que los cristianos deben ser servidores de la comunidad: “Me encanta utilizar la frase somos servidores. Así me considero yo, una servidora”.