El título de la película de estreno, Brooklyn, nos recuerda que ese es el nombre de uno de los distritos más populosos de Nueva York y es allí precisamente donde se desarrolla buena parte de la película que reseñamos. Su protagonista, Eilis Laceym es una joven inmigrante que en los años cincuenta del pasado siglo abandona su nativa Irlanda para probar fortuna e iniciar una vida diferente a la que llevaba en un entorno tan distinto: el pueblo de Enniscorthy, de la “isla esmeralda”.

Eilis proviene de una familia de clase media, formada tan sólo por su madre viuda y una hermana mayor, Alice. Esta es la que ha hecho posible su viaje a través de un patrocinador, un sacerdote irlandés que ejerce su ministerio en Brooklyn. Es este sacerdote el que le consigue empleo en una tienda y vivienda segura, en una casa para huéspedes femeninas, regentada por otra irlandesa, de mayor edad.

Los primeros tiempos son muy difíciles para Eilis que vive entregada tanto a la nostalgia como a la añoranza de su isla de origen. Todo cambia al conocer a un chico italo-norteamericano que se enamora de ella y la lleva a conocer a su familia.

Todo vuelve a cambiar para la joven al informársele de la súbita muerte de su hermana por lo que retorna a Irlanda para acompañar a su madre, accediendo –en un impulso que le pesará más tarde- a casarse civilmente con su novio.

Su estadía en Irlanda se ve complicada por la conflictiva que se desprende de esta decisión que mantiene secreta, ya que entra a formar parte de su existencia un nuevo enamorado. La decisión correcta se impone y Eilis regresa a Brooklyn, esta vez para asentarse definitivamente en los Estados Unidos.

Brooklyn es un filme diferente sobre la inmigración. No sigue el modelo establecido por tantas otras películas en torno al tema, de concentrar en emigrantes procedentes del tercer mundo y sus apremiantes necesidades. No denuncia por tanto unos malos tratos infligidos al personaje, sino que se contenta con dar esa experiencia diferente.

Por ello depende para su efectividad tanto de la protagonista del filme, como de la recreación de ambientes y la presentación de momentos transidos de emoción.

En los tres renglones Brooklyn resulta muy satisfactoria. Saoirse Ronan interpreta a su personaje con una intensidad que no prescinde del candor asociado con el mismo sino que se intensifica en momentos culminantes, ayudada por su luminosa expresión. El director del filme, John Crowley, consigue a través de la camarografía y mediante la puesta en escena recrear acertadamente tanto el ambiente inicial de Irlanda como el de la casa de huéspedes de Brooklyn donde Eilis habita, dirigida por una irlandesa.

Por último, los momentos intensamente emotivos son muchos y en ellos lo sentimental se impone, especialmente las escenas que muestran la desolación que se apodera de la protagonista al conocer la muerte de su hermana o al visitar, ya en Irlanda, su tumba. Igualmente emotiva es la despedida final de su madre.

Brooklyn ha sido clasificada ‘A-2’, para jóvenes y mayores, por la clasificación católica y ‘PG-13’, se advierte con insistencia a padres y guardianes que algún material de este filme podría resultar impropio para menores de 13 años, por la clasificación voluntaria de la industria.

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