Mujer de Iglesia


 

Glorivi Cruz Pons era una muchacha normal de 35 años de una familia muy unida en Ponce. Ella creía en Dios y tenía sus valores muy firmes aunque no asistía a su parroquia. Pero hace unos meses tuvo la prueba que marcó su vida. Glori, como todos la conocen, enfrentó a uno de los mayores responsables de mortalidad en mujeres: el cáncer de seno.

Acompañó a su mamá y tía al ginecólogo para que se hicieran varias pruebas preventivas. “Cuando entramos el doctor me pregunta si yo me voy a atender. Le digo que no, que las atienda a ellas porque son mayores y yo joven, que no me quiero atender. Él me dice: ‘Pues de aquí tú no te vas hasta que tú te atiendas’”, dijo. Ante la insistencia del médico Glori se atendió a regañadientes. De molestia todo pasa a preocupación cuando el doctor detecta una masa extraña en la parte inferior de la axila. Como si reviviera el momento recordó: “Le dije que no podía ser y me dijo: ‘Sí, te voy a mandar a hacer estudios’”.

Rápido se hizo los estudios y rápido los llevó al consultorio. El diagnóstico fue temible, cáncer de seno. Su esposo, sus dos hermanos, su papá y su mamá la apoyaron en todo momento. “Le doy mil gracias a Papa Dios porque me tocó a mí.  En ese momento cuando me diagnosticaron el cáncer, lloré y le reclamé diciéndole: ‘Por qué yo tan joven de 35 años’. Fue bien impactante”, aceptó.

Comenzó un tratamiento de cuatro quimioterapias que culminarían con una operación. Luego de la cuarta quimioterapia decidió hacer el retiro de Juan XXIII, aunque su familia insistía que no por su estado de salud. “Fue la experiencia más bella que he pasado en mi vida. Papa Dios me dio las fuerzas para terminar el retiro”. Fue entonces que comprendió que es hija de Dios y que su enfermedad tuvo un propósito. Todo cambió en ella cuando descubrió el camino que debía seguir. “Si no hubiese sido por mi enfermedad, no hubiese conocido los caminos de Dios”, expresó con intensidad.

El día antes de la operación P. Dairo Arboleda le administró el Sacramento de la Unción de los enfermos. Llegó el 23 de marzo de 2016. “Fui como si nada, bien tranquila, con una paz espiritual, fue algo que no puedo creer”, comentó. En el quirófano le descubrieron y extirparon ocho nódulos cancerosos.

Explicó que su fe en Cristo ha sido la zapata de su vida desde entonces. “Antes yo no sabía lo que era rezar, yo no sabía lo que era darle las gracias a Papa Dios, ahora mi fe es inmensa”, sostuvo. Agradece todos los días a Dios, agradece constantemente y reconoce que ya no cumplirá 37 años sino un año de vida. Además, da gracias a su médico, Dr. Cangiano  porque “si no hubiese sido por la insistencia de él no me hubiera atendido y hubiese sido tarde”.

A los pacientes de cáncer les dirigió las siguientes palabras: “Que luchen, que nunca pierdan la fe, porque con Dios todo y sin Él nada. Él es el mejor apoyo”. A los que gozan de salud plena pide que no pierdan el tiempo, que no esperen a una prueba grande para asistir a la iglesia, que vivan más intensamente la Misa.

Glori participó de la caminata penitencial de mujeres católicas realizada el 3 de diciembre del pasado año desde La Merced hasta la Inmaculada Concepción en Guayanilla bajo el lema Con María a la espera de Jesús. Sus intenciones para caminar: todos los enfermos de cáncer de Puerto Rico. Durante la caminata subió la temida prueba en Peñuelas, la cuesta de la Corco, de la mano de su médico el Dr. Cangiano.

Hoy día asiste fielmente a su parroquia Santísima Trinidad de Ponce y pertenece al grupo de Juan XXIII.

 

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