Cada nuevo año es tiempo propicio para la introspección y la búsqueda seria de conversión en mí. Para aquellos que hemos comenzado la escalera hacia Dios, quizás nos asuste encontrar miserias que todavía necesitan ser sanadas por el Espíritu. Las miserias son aquellos pecados que aún no estoy dispuesto a dejar.
Los que asumimos la escalera del Evangelio, por cada escalón logrado, aparece uno más ancho. Las miserias más profundas las encontramos en los escalones empinados del camino. Subirlos sin vencer con la miseria que se te enfrenta, se convierte en una tarea tremenda. Quizás te halles con las menos visibles y más profundas de tu alma, son las que exteriormente no se ven, pero siguen ahí.
Frente a esta realidad, me frustré y concluí que estaba estancado espiritualmente; hacía tiempo que no me había propuesto subir el escalón. ¿Te ha pasado? Acudí a la oración bíblica y me crucé con Jesús que me preguntó: ¿Cómo esperas más vino nuevo en ti, si tu vasija tiene grietas? ¿Cómo esperas subir el escalón si no has fortalecido tu alma, sanando sus miserias? Aquellos pecados que aún no he sanado han agrietado mi vasija. El vino nuevo no puede ser vertido en odres viejos, porque se reventarán, dice el Evangelio. ¡No funciona pecar, confesarte y pecar otra vez! Eso es como chapar las grietas que por presión estallarán tarde o temprano. ¡Tenemos que rompernos y pedirle a Jesús que nos moldee nuevamente! ¡Hay que buscar herramientas espirituales y usarlas seriamente para nuestro crecimiento! ¡No espero más, me hago nuevo para que se vierta vino nuevo en mí!