Miles de familias kurdas en la frontera entre Siria y Turquía escucharon a lo lejos el estruendo de la maquinaria pesada en la madrugada. Han vivido las últimas semanas con temor por sus vidas, en la escucha de que grupos terroristas radicales merodeaban el pueblo para dar un golpe estratégico. Esa pesadilla se hizo realidad el pasado 21 de septiembre.
Se revelaron los cañones, los rifles y los machetes; mientras rodearon el gran poblado y hubo una ruta de escape a la multitud. Unos 70 mil lograron huir por el desierto al país vecino en solo 24 horas con lo que tenían puesto al momento de levantarse. El resto, no pudo escapar de los infames verdugos.
Solo Dios sabe las oraciones y pedidos de misericordia de los que se quedaron y las plegarias que realizaron las familias kurdas mientras caminaban con la esperanza de llegar a territorio seguro.
Ellos han sido víctimas de una guerra no declarada por solo tener un credo distinto. Han sido expulsados bajo amenaza y muerte del mismo lugar donde vivieron sus ancestros y nacieron sus hijos.
Al igual que aquellos hombres de la Sagrada Escritura, con estándares inalcanzables por una ley que perdió el amor, hoy la humanidad de cualquiera se estremece con solo leer los titulares que se producen en la tragedia a manos de los yihadistas en Medio Oriente. Bajo la fuerza pretenden expulsar a sus vecinos con una ley manchada de sangre. Mientras tanto, el mundo es asombrado espectador de los hechos y países del orden mundial aguardan por el momento oportuno para tomar acción bélica.
Todo esto ocurre cuando se confunde la ley de Dios, que es el amor. Sin este criterio básico amoroso, la interpretación del estatuto se corrompe. Urge el amor, la caridad, la hermandad, la fraternidad y la acción humanitaria, en respuesta al fariseísmo, al radicalismo y a la indiferencia. Solo con el ejemplo de un encuentro con Cristo, se puede apaciguar tal furia. Asimismo, el Papa Francisco nos llama a ser entes de paz y oración constante en nuestra simple realidad para auxiliar a los hermanos en Medio Oriente.