Alex Garland escribió el libro The Beach, cuya trama se desarrolla en Tailandia. Richard, el protagonista, ha viajado hasta el oriente en busca de experiencias genuinas y diferentes. Después de un encuentro traumático con un desquiciado, presagio del porvenir, se separa de los veraneantes vulgares y corrientes y parte hacia una isla enigmática. Dicha isla se ha poblado en secreto por un grupo de jóvenes procedentes de diversos países.
En esta comunidad heterogénea, unida por ilusiones vagas, no hay niños: un presente sin esperanza. En las cercanías de la playa perfecta los mafiosos han sembrado plantas prohibidas, por lo cual resulta peligrosa la travesía. En efecto, algunos viajeros han perecido en el intento de llegar al paraíso soñado. Una vez en el lugar, el espejismo del edén se deshace, y la utopía se torna en trampa demasiado cruda. Los turistas sufren y van creando su propio infierno y sus demonios modernos. El sentido de pertenencia a la comuna ideal impone altas cuotas de dolor y confusión.
Al principio la panacea consistía en alejarse del consumismo, sobrevivir frugalmente practicando la pesca en sana armonía con el medio ambiente. El aparente puritanismo casi primitivo desembocó en burdas contradicciones. Al delegado que traía las mercancías le piden, entre otras cosas, pilas, diarios, condones. El mal vuelve -o permanece- por sus fueros: desde el exterior, por el ataque desgarrador de los tiburones; en el ámbito interior, por los instintos predadores sexuales y la sed de placer. La eutanasia, la infidelidad, la promiscuidad, el abandono total de los enfermos y otros desórdenes hacen su agosto en este paraíso literalmente perdido. Sólo Etienne muestra signos de nobleza y misericordia.
En contacto ambiguo con la naturaleza y las personas, los presuntos privilegiados no logran mantener la felicidad en los predios paradisiacos y terminan huyendo de lo que una vez fue amado. La obra representa, en vivas imágenes, las miserias y los ideales humanos. Aislados en un aparente rincón de inocencia y armonía, los jóvenes caen presa de las pasiones. Irónicamente, colindaban con los explotadores de las drogas, a la vez que cargaban en sus corazones todas las impurezas de la sociedad que los engendró. Aun con el mapa del paraíso en sus manos, se extraviaron en la anarquía de los bajos sentimientos.