La agnotología​ es el estudio de la ignorancia o duda culturalmente inducida, especialmente a la publicación de datos científicos erróneos o tendenciosos.  La definición implica que algunas personas se dedican a sembrar dudas y minar la investigación científica.  Estamos, pues, ante la producción estratégica de la ignorancia al servicio de ciertos intereses mayormente económicos y políticos.  Aquí domina el burdo pragmatismo financiero. Sus promotores son más atrevidos que la misma ignorancia. De este modo, inyectan hipótesis falsas, fortalecen el mundo de las supersticiones, manipulan los datos y alientan la sospecha acomodaticia y los estudios amañados.  Contrastan, empero, con el estilo de los antiguos maestros escépticos.  La administración de una dosis pequeña del veneno mental puede ser fatal contra toda lógica o tradición; y peor que una mentira redonda.

 

En algunos casos y en una etapa temprana, podría tratarse de una acción inconsciente que redunda en el cultivo de la ignorancia.  Pero ordinariamente es cuestión de demostrar lo que te convenga, corrompiendo el método, escogiendo modelos incorrectos y descartando las normas heurísticas; y vender trucos de ilusionistas que se hacen pasar por científicos.  En otras palabras, los beneficiados de este proyecto económico pretenden practicar una ciencia a la medida, a la carta.  “Las ‘armas de distracción masiva’ persiguen dos cosas: Negar la credibilidad de las fuentes, por muy solventes que sean, y los propios hechos.  La ignorancia es poder… y la agnotología es la creación deliberada de ignorancia” (Robert Proctor).

 

Algunos colonizan las redes, particularmente el twitter, cooperando así en la gran confusión.  Sirven una especie de coctel explosivo de medias verdades y engaños completos; y montan un enredo mundial donde las creencias se imponen sobre los hechos.  El resultado consiste en reducir el diálogo a rumores, conspiraciones e ignorancia que estimulan el relativismo e infectan el organismo de la ciencia.  Las víctimas de este fenómeno sufren las consecuencias nefastas, por más que lo nieguen.  El conflicto de intereses es evidente.  Los dueños del capital financian ciertas investigaciones, siguiendo las leyes del mercado, en lugar de fomentar el verdadero interés de la ciencia y sus leyes.  Por lo tanto, delimitan el ámbito científico dentro de las fronteras del lucro y lo desvirtúan.  En aras de la competencia comercial, los laboratorios sacrifican su independencia y dignidad profesional, prostituyéndose.  Se descuidan campos importantes y la ciencia “por hacer”.  

 

Aníbal Colón Rosado 

Para El Visitante

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