Iniciamos nuestro recorrido final; nos acercamos a la Semana Santa y la palabra de Dios nos adentra en lo fundamental de este proceso que hemos vivido durante estas semanas: celebrar la misericordia de Dios que se derrama en la cruz y nos abre el camino hacia la salvación. Porque de eso se trata; que podamos profundizar en ese mensaje y logremos acoger este derroche de misericordia que el Padre quiso regalarnos en Jesucristo.

Por esta acción, todos los bautizados estamos llamados a transformar en “proyectos de misericordia” todas las cosas que realizamos a través de toda nuestra vida. ¿Y esto cómo lo logramos? Un primer momento es desnudar nuestra vida ante Dios, y ser ante Él, hombres y mujeres, diáfanos, transparentes. Luego, en un segundo momento, debemos acercarnos a Él y dejar que toque nuestro corazón con la fuerza de su amor para que nos sane de nuestros pecados. Esto nos llevará a descubrirnos como hijos e hijas de Dios y, por tanto, al ser familia del Señor, comenzaremos a comportarnos como miembros de esa familia y así lograremos vivir siempre nutridos por la misericordia de Dios.

La Primera Lectura nos anuncia un mensaje de novedosa esperanza: “Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”. Esta convocatoria hecha al pueblo de Israel en la que se le invita a poner sus ojos en lo que va a acontecer y no en el pasado, es todo un llamado a no cargar con dificultades y miserias de la historia vivida. Habría que decir: hagamos borrón y cuenta nueva. Eso precisamente será el mensaje que le lleva el profeta al pueblo. Dios trae cosas nuevas; Él va a dirigir al pueblo por caminos de fertilidad donde todo lo que existe procurará alabar la grandeza que hace con su pueblo, así que no hay por qué preocuparse.

El Salmo es un hermoso poema que expresa la alegría de descubrir que Dios ha cumplido su promesa; estos han llegado del destierro en Babilonia y están nuevamente en medio de su pueblo, ese pueblo que fue la promesa de Dios hecha desde antiguo. Y esta verdad hace que el salmista diga: “El Señor ha estado grandes con nosotros y estamos alegres. La alegría debe ser la respuesta ante la grandeza de Dios sobre su pueblo; por ello hasta la naturaleza se muestra generosa ante tal acontecimiento: “Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares”.

“Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús”. Con esta contundente expresión comienza San Pablo su exhortación a la comunidad cristiana de Filipos. Ante esto la Segunda Lectura de esta liturgia es todo un llamado a la reafirmación en la fuerza de aquel que le da sentido a nuestras vidas y cuya entrega en la cruz hizo posible que alcanzáramos la vida, pero esta con letras mayúsculas. Inclusive llama “basura” a todo lo que no tiene a esta meta.

Nos dice “yo no pienso haber conseguido el premio”, por eso insiste que “corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús. No decaigamos en nuestro empeño; procuremos seguir avanzando.

El Evangelio nos lleva a una de esas afirmaciones de Jesús que han pasado al refranero popular, y que, personas con fe o sin ella, hacen uso de la misma: «El que esté sin pecado, que tire la primera piedra». Jesús inicia una nueva manera de ver al pecador. No acepta el pecado -todo lo contrario, se entrega para liberarnos del mismo- sino que ofrece una posibilidad para el que peca.

No cierra las puertas, no le condena para siempre, sino que abre la grandeza de la misericordia y ofrece la posibilidad de ser una nueva persona. Aquí podríamos repetir con el profeta: “mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”.

La pregunta que tendríamos que contestarnos: ¿acaso no notamos que Jesucristo nos ha traído algo nuevo, algo completamente novedoso? ¿No hemos descubierto que la fuerza de la misericordia de Dios ha irrumpido en nuestras vidas y ya no vale cargar con las miserias que nos dejan sin fuerza para seguir marchando? Lo nuevo ha empezado con Jesús; sí, con el Dios de la misericordia manifestado en Jesús, el Cristo, el Señor.

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here