Con esta expresión del Papa Francisco comienzo esta reflexión en este cuarto domingo de Pascua, conocido también como el domingo del Buen Pastor. El Papa Francisco ha utilizado mucho esta figura y en ella nos ha ido mostrando qué se espera de un Pastor en estos tiempos: “Somos los amigos del esposo, esa es nuestra alegría”, proclamó el Santo Padre, quien recordó que “si Jesús pastorea con nosotros, no podemos ser pastores con cara de vinagre, quejosos y, lo que es peor, pastores aburridos”. En este punto, pidió “olor a oveja y sonrisa de padre”. (Homilía del Papa Francisco en la Misa Crismal del año 2015).
Es por eso que hoy la palabra que nos ha propuesto la liturgia pascual la debemos asumir como la gran propuesta, a pastores y ovejas, para que respondamos con una respuesta constante en medio de nuestro mundo que nos exige signos de compasión y un espíritu de servicio basado en el amor.
La Primera Lectura nos muestra el camino de la misión que han asumido Pablo y Bernabé. El anuncio lleno de fuerza y entusiasmo de un primer encuentro sabatino, provoca que el próximo sábado, día de reunión de los judíos, estuviera abarrotado. Pero la miseria de algunos ante el anuncio de la buena noticia de Jesús que se abría también a los no judíos, los llamados gentiles, abre la discordia y la persecución en contra de los apóstoles. Una declaración de Pablo (“Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles”.) inicia un camino que provocará posteriormente dificultades por querer imponer practicas judías a los conversos, pero siempre este reafirmó que esta era la voluntad de Dios. Y así caminó con fuerza y sin miedo.
El Salmo de hoy, el 99, es una especie de constante alabanza que no se rompe jamás, expresándose en una profesión continua de fe y amor. Es una alabanza que desde la tierra sube a Dios, pero que, al mismo tiempo, sostiene el ánimo del creyente. Se reafirma por tanto que todos estamos en las manos de Dios, Señor y Rey, y que todos lo celebramos, con la confianza de que no nos dejará caer de sus manos de Creador y Padre, porque somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
La Segunda Lectura nos lleva a una gran liturgia celestial; en la misma se reafirma que la sangre del cordero, sobre aquellos que se han dejado inundar por ella, ya sea por el martirio o por el bautismo, nos sana y salva. Una afirmación sella la gran visión de Juan: …”Porque el Cordero que está delante del trono será su pastor y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos”. De manera contundente se nos muestra la misión de Pastor del Cordero; Él será quien nos conduzca siempre.
El Evangelio de hoy muy corto pero sólido en su expresión, nos brinda una definición de la misión de Jesús como Pastor. En ella nos muestra dos aspectos de su identidad: Él conoce; las ovejas no son anónimas, no se pierden en medio de un rebaño cuyo rostro no es identificable por el pastor, no son solo son un montón de ovejas sino que cada uno es reconocido por el pastor: conocer implica que significan algo importante para el pastor.
Además, y es el segundo aspecto, nos dice la palabra que las ovejas sintonizan con la vida de su pastor o, como dice el texto, “conocen mi voz”. Cuando los seres humanos identificamos la voz de alguien es porque ese alguien significa algo para nosotros, a tal grado que la voz es fácilmente reconocible. Esa cercanía es la que nos recuerda hoy el texto de San Juan; no tenemos que sentirnos solos, no importan las circunstancias porque ahí va a estar cercano y reconocible el Pastor.
Ante esta hermosa palabra hemos de concurrir con la expresión con la cual iniciamos esta reflexión: hay, a ejemplo de Jesús, que “oler a ovejas”, ser cercanos a esa grey que cree y confía en el Pastor Jesús. Los pastores tenemos la responsabilidad de acercar al Evangelio al pueblo de Dios; pero este anuncio jamás debe hacerse estando ajeno a la experiencia de vida del rebaño. Oler a oveja significa caminar y vivir con las ovejas. Que el Buen Pastor siga siendo el espejo en el que nos miremos y que nuestro caminar sea una imitación de la entrega que nos manifestó Jesucristo.