Al celebrar la Fiesta del nacimiento de Juan el Bautista les invito a considerar que el nacimiento de este gran profeta fue fruto de la compasión de Dios. Sus padres Zacarías e Isabel no tenían hijos, y pedían a Dios poderlos tener. El Señor les concede el hijo y le pusieron por nombre ‘Juan’, que significa “El favor de Dios”, “Dios favorece”, “Dios regala”, “Dios nos llena de bendiciones”.

Juan es el favor que Dios le hizo a aquella familia. Es también el favor de Dios para un pueblo que siempre espera al Mesías, a Jesús (“El que salva”). Juan es el favor, la gracia, el puente que une el Antiguo y el Nuevo Testamento. De Juan se valdrá Dios para señalar al Cordero de Dios, para preparar su camino.

A la luz de la palabra de Dios es interesante reflexionar y descubrir que el nacimiento de Juan coincide con el comienzo de una nueva era en la relación de Dios con la humanidad, una era que se caracteriza por la gracia y no por la ley.

La esterilidad de unos padres, vencida por el nacimiento de un hijo, es fuente de alegría, júbilo y regocijo que envuelve y contagia a vecinos y parientes, como ya lo había predicho el mensajero de Dios. En la narración del nacimiento, Lucas matiza dos aspectos muy importantes: el de la misericordia de Dios que se manifiesta en favor del pueblo, al quitarle la afrenta de la esterilidad que pesaba sobre Isabel, precisamente sobre la esposa de un sacerdote encargado del servicio litúrgico en el templo de Jerusalén, y por otra parte, el significado del nombre de Juan (“Dios ha mostrado su favor”), con el cual se subraya la presencia de la misericordia Divina, que recae no solo sobre una persona en particular, Isabel en este caso, sino que alcanza a la totalidad del pueblo.

Oración a San Juan Bautista

“Grita, oh Bautista, todavía en medio de nosotros, como en un tiempo en el desierto… Grita todavía entre nosotros como voz más alta: nosotros gritaremos si tú gritas, callaremos si tu cayas… Te rogamos que sueltes nuestra lenguas, incapaz de hablar, como en un tiempo soltaste, al nacer, la de tu padre, Zacarías. (cf. Luc. 1, 64). Te conjuramos a que nos des voz para proclamar tu gloria, como al nacer se la diste a él para decir públicamente su nombre” (Sofronio de Jerusalén).

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