A Jesús le encantaba hablarle a la gente y lo hacía con palabras claras y sencillas, de tal manera que pudieran entender rápidamente. Por eso usaba parábolas que no son cuentos, ni un modo más o menos agradable de entretener a la gente. En ellas se encierra “el misterio del Reino” puesto que nos revela el modo de ser de Dios y su manera de actuar en medio de nuestra realidad.
Hoy se nos narran dos; en la primera Jesús viene a decirnos: que el crecimiento del Reino depende mucho más de la iniciativa de Dios que de los esfuerzos humanos. Eso no significa que la persona pueda desentenderse del todo, pero no le toca controlar el proceso mediante el cual el Reino avanza. Su tarea es sembrar y segar… solo Dios hace madurar los frutos y asegurar la cosecha.
La segunda afirma, que en contra de lo que esperaban muchos contemporáneos de Jesús, y mucha gente también hoy, el Reino no se hace presente de modo espectacular y grandioso. Un día se hará realidad plenamente, ahora bien, mientras tanto, Dios ya está actuando en este mundo a través de hechos aparentemente sencillos e irrelevantes.
Las parábolas, están pensadas para facilitar la comprensión del mensaje, pero en realidad solo pueden ser comprendidas claramente por quienes se deciden a seguir a Jesús. Son historias sin terminar, interrogantes que esperan una respuesta. Respuesta que cada uno de nosotros está llamado a dar con su opción de vida y su compromiso personal.
Date la oportunidad de leerlas con tranquilidad… ellas también son una fuente de oración. Detrás de su apariencia sencilla, se revela el rostro de Dios que no deja de sorprendernos…
¡Déjate sorprender hoy por las parábolas de Jesús! …y verás cómo tu vida se ilumina…