Este año  en la  fiesta del Buen Pastor, bajo la consigna Escuchar, discernir, y vivir la llamada del Señor el Papa Francisco nos invita a leer desde dentro la vida e intuir hacia dónde debemos avanzar para ser continuadores de la misión del Resucitado.

El Evangelio nos da las pistas. La primera alude a la especial relación del pastor con sus ovejas: “Ellas reconocen su voz”. Y nosotros somos capaces de reconocer la voz de Jesús. ¿La distinguimos en medio del aluvión de ruidos que inundan nuestra vida? ¿Estamos dispuestos a propiciar el silencio necesario para reconocerlo? Porque reconocer la voz del pastor significa que hemos pasado con él el tiempo suficiente, que hemos buscado su compañía y que tenemos un vínculo de amistad. Hoy Jesús nos asegura su presencia en nuestra vida. Solo tenemos que escuchar. Además, el que escucha a Jesús aprende a ser como el pastor de otros, esto no es automático, precisa dedicación. La vida de la fe necesita dedicación, entrega, esta es la segunda clave.

La entrega implica acompañamiento, solicitud, desvelo y, sobre todo, muerte del “pastor” para que sus “ovejas” tengan vida. Este perfil de pastor es el mandato que Jesús ha recibido de su Padre. Y que a la vez desea que nosotros continuemos. Para esto ha venido Jesús, para esto lo ha enviado su Padre: para entregar su vida y enseñarnos a nosotros a entregarla. El Buen Pastor, dicierne y por eso, nos dice que conoce a sus ovejas y que estas le conocen a él. Esto implica que el “conocimiento” que él tiene de nosotros no consiste solo en tener en su memoria el nombre de cada uno, ni tampoco en tener una buena información memorizada, sino tener una experiencia vital. Y esta surge gracias a un encuentro personal, donde la convivencia hace brotar la amistad. La resurrección de Jesús y nuestro bautismo hacen posible esta meta. Su resurrección nos ha hermanado con Él y nuestro bautismo nos ha hechos hijos de su Padre. Esta es la grandeza de nuestra fe. Así se descubre la tercera clave, vivir, porque la relación de amistad con Jesús resucitado, si se cultiva con profundidad en la oración, la Eucaristía y el compromiso, se hace cada vez más real y profunda en nuestra vida. Ya que su meta, el Reino de Dios, se convertirá en la nuestra. Y su Espíritu nos ayudará a actualizarlo, sobre todo en los ambientes donde discurre día a día la vida de cada uno. ¡Ánimo, no estás solo, ¡Cristo el Buen Pastor, guía tus pasos!

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