El Salmo 95 es un canto de los desterrados que, desde Babilonia, retornan a Israel, para gozar en ella de la libertad: Que los campos y cuanto hay en ellos vitoreen, que los árboles del bosque aclamen, delante del Señor, que ya llega con su pueblo, a tomar nueva posesión de Jerusalén y regir desde ella el orbe con justicia.

Este Salmo, a nosotros, los cristianos, nos habla del triunfo final de Dios en el último día; y también de nuestra vocación sacerdotal, consistente en invitar a la humanidad a celebrar a Dios. Se define como «cántico nuevo» (v. 1), que en el lenguaje bíblico significa un canto perfecto, pleno, solemne, acompañado con música de fiesta.

El Salmo comienza con la proclamación de la intervención divina dentro de la historia de Israel (cf. vv. 1-3). Las imágenes de la «diestra» y del «santo brazo» remiten al éxodo, a la liberación de la esclavitud de Egipto (cf. v. 1). En cambio, la alianza con el pueblo elegido se recuerda mediante dos grandes perfecciones divinas: «misericordia» y «fidelidad» (cf. v. 3).

Estos signos de salvación se revelan «a las naciones», hasta «los confines de la tierra» (vv. 2 y 3), para que la humanidad entera sea atraída hacia Dios salvador y se abra a su palabra y a su obra salvífica.

San Juan Pablo II al comentar este Salmo, nos dice, “el apóstol San Pablo reconoció con profunda alegría una profecía de la obra de Dios en el misterio de Cristo. La interpretación que hace confiere al Salmo una mayor plenitud de sentido. Leído desde la perspectiva del Antiguo Testamento, el Salmo proclama que Dios salva a su pueblo y que todas las naciones, al contemplarlo, se admiran. En cambio, desde la perspectiva cristiana, Dios realiza la salvación en Cristo, hijo de Israel; todas las naciones lo contemplan y son invitadas a beneficiarse de esa salvación, ya que el Evangelio «es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego», es decir del pagano (Rm 1, 16). Ahora «todos los confines de la tierra» no solo «han contemplado la salvación de nuestro Dios» (Sal 97, 3), sino que la han recibido. 

Desde esta perspectiva, Orígenes, escritor cristiano del siglo III, en un texto recogido después por San Jerónimo, interpreta el «cántico nuevo» del Salmo como una celebración anticipada de la novedad cristiana del Redentor crucificado. Por eso, sigamos su comentario, que entrelaza el cántico del salmista con el anuncio evangélico: «Cántico nuevo es el Hijo de Dios que fue crucificado, algo hasta entonces inaudito. Una realidad nueva debe tener un cántico nuevo. “Cantad al Señor un cántico nuevo”. En realidad, el que sufrió la pasión es un hombre; pero vosotros cantad al Señor. Sufrió la pasión como hombre, pero salvó como Dios».

Es por eso, que al rezar hoy este Salmo, te invito a entonar un cántico nuevo, y así , dar gracias a Dios por la obra redentora de Cristo en favor de la humanidad.

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