Para el comentario del salmo de este domingo comparto con ustedes una hermosa reflexión escrita por P. Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds. “Este maravilloso poema, de profunda sensibilidad es, en realidad, un himno a Dios, creador y conservador del universo y de todo lo que en él hay. Cuando oramos el Salmo completo, vemos que este poema del Salterio es un simple comentario poético del relato bíblico de la creación, la creación es la revelación de la incomparable majestad de Dios; ¡Señor, Dios mío, qué grande eres!, su omnipotencia se refleja en la manifestación de las fuerzas de la naturaleza: los mares son confinados a sus límites; la lluvia fertiliza la tierra; la luna y el sol señalan las estaciones; los animales viven de la fertilidad de la tierra. En todo se refleja la mano poderosa y providente del Creador.
El poeta se extasía ante la grandeza del Creador; las maravillas de la naturaleza pregonan su majestad y sabiduría.
Todo está maravillosamente ordenado por el Creador. ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡La tierra está llena de tus criaturas! Hasta el tenebroso y caótico océano abismal está bajo las órdenes del Omnipotente. En él pululan los grandes cetáceos, y los pequeños peces, todos obra de Dios.
Para todos los animales, Dios es el administrador general. Si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. Y, por eso, todos están pendientes de su generosidad para poder satisfacer su apetito. Si les da el alimento, lo toman con avidez, mientras que, cuando escasea- escondes tu rostro-, al punto se quedan descoloridos. El mismo aliento vital depende del Señor. Si lo retira, se convierten en polvo pero, si vuelve a otorgar el aire vital, surgen de nuevo otros que se recrían, renovándose así, en ciclo constante, la superficie de la tierra con sus moradores.
El salmista concluye su maravilloso poema con un canto de alabanza al Dios que obra tales maravillas; ¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras! Sus criaturas son para su gloria, y por eso desea que el mismo Dios se goce en sus obras como en el momento de la creación, cuando veía que todas eran “buenas”. Y así agradecido plenamente de Dios y lleno de alegría, el Salmista concluye con un bello canto expresando: Que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor”.
Al culminar la Pascua en la Solemne fiesta de Pentecostés, pedimos al Señor que a través de su Espíritu renueve y trasforme nuestra tierra.