El pasado miércoles, 26 de agosto un grupo de siete sacerdotes, de un total de 12, asistieron a la Parroquia Santa Teresita en Santurce para conmemorar sus Bodas de Plata y de Oro sacerdotales. El Visitante tuvo la oportunidad de entrevistar a los presbíteros, quienes compartieron varios detalles respecto a sus años de servicio y entrega al Señor.

Padre Antonio José Vázquez Colón

Padre Antonio José Vázquez Colón, a quien cariñosamente apodan Padre Tito, asignado a la Parroquia Stella Maris en Condado (San Juan), aseguró que sin lugar a dudas el sacerdocio es “mi vida, porque es la opción que hice por Jesús y quiero seguir ratificándola a diario”.

El presbítero que festejó el Jubileo de Plata el 2 de junio, manifestó que la experiencia sacerdotal ha sido preciosa. “25 años parece que fueron ayer. Me siento muy agradecido con el buen Dios por la oportunidad y con la Iglesia que acoge a uno y que uno puede acompañar. Cada día me siento más capacitado para seguir en donde estoy”, detalló el sacerdote diocesano de la Arquidiócesis de San Juan.

De igual modo, en cuanto a su llamado, fue enfático al decir que es un proceso de discernimiento que tiene momentos de luces e ilusión. “San Pablo cierra el himno a los Corintios, el himno al amor diciendo: ‘Cuando era niño, sentía como niño, pensaba como niño, actuaba como niño. Cuando llegué a hombre dejé atrás las cosas de niño’. Y es un discernimiento que continúa. Yo creo que hay que volver todos los días al amor primero y hay que todos los días activar ese amor, no es algo que hiciste un día y ya. No, es a diario”.

Por otro lado, describió su vida con la palabra servicio. Según dijo: “fue lo que hizo Jesús y es la interpretación que yo hago del ministerio: vivir para servir”.
P. Tito exhortó a quienes sienten el llamado de Dios a no temer, pues “como decía el Papa Emérito Benedicto XVI, Jesús lo da todo y no nos quita nada”.

Padre Pedro Gorena

Padre Pedro Gorena, quien celebró su 50 Aniversario, expresó que el sacerdocio es una llamada que “recibimos desde muy pequeñitos”.

“Entré al seminario a los 9 años y medio -en aquella época, ahora se entra más tarde-, y poco a poco fuimos descubriendo la llamada de Jesús; que nos llamaba a seguirle, dentro de una comunidad religiosa de los Padres Trinitarios”, comentó el sacerdote asignado a la Parroquia Ascensión del Señor de Rexville en Bayamón.

Sobre la trayectoria de sus 50 años, P. Pedro sostuvo que primero estuvo 2 años en Texas, luego 17 años en Colombia y posteriormente pasó a Puerto Rico donde lleva alrededor de 31 años. El presbítero que aseguró no saber la aventura a la que se adentraba cuando entró al seminario por invitación de un sacerdote que pasaba por las escuelas.

De su estancia en Puerto Rico indicó que: “Tenemos un hogar de rehabilitación de adictos que he mandado a preparar en Toa Alta. Tenemos un hogar de niños, El Ave María que está en Bayamón Gardens y lo fundamos los padres trinitarios y el Hogar Jesús Nazareno en Isabela que es para 25 niños maltratados. Así estamos siguiéndole a Jesús, pero metidos de lleno en el problema de drogas y de maltrato”.

Asimismo, describió que su vida sacerdotal ha sido muy hermosa porque “me he dedicado a lo más que me gustaba, tanto en Colombia como aquí. La experiencia es eso, ya cuando se hizo la procesión solemne uno se da cuenta de lo que significa seguir a Jesús en los hermanos más necesitados”.

Padre Virgilio Martínez Martínez

Para el Padre Virgilio Martínez Martínez -sacerdote secular que cumplió 50 aniversario y que sirve en la Parroquia Santa Rosa de Lima y en la Academia del mismo nombre, ambas en Bayamón- el sacerdocio es “primero una vocación y una dedicación a una llamada que se supone que haya hecho Dios a uno para seguir por ese camino, así como a otros les llama a seguir por otros caminos, por ejemplo, el del matrimonio o la soltería incluso”.

Sobre la vocación, el Padre explicó, a modo de ejemplo, que no todos los que están solteros es porque no hayan encontrado con quién casarse, sino que “aunque a algunos puede ser que les pase eso, a otros es porque se les da vocación de solteros”.

De otra parte, confesó que sus años como presbítero -tras su ordenación en Salamanca el 11 de julio de 1965- han sido de mucho trabajo, pero también de mucha alegría y satisfacción.

Razón por la que catalogó la labor como una que requiere fidelidad, porque “no es fácil estar… en un estado solo. En el matrimonio, 50 años no es tan fácil cumplirlos. Y de sacerdote tampoco es tan fácil cumplir 50 años, porque eso quiere decir que uno ha estado toda su vida o por lo menos tres cuartos de ella en el sacerdocio o en la vocación o trabajo que tenga”.

Respecto al llamado divino, comentó que la persona lo va notando por las inclinaciones que tiene. “Uno se siente llamado a eso (a la vida religiosa). Después, eso tiene que irse especificando y explicándose con el tiempo. De poco a poco uno se va dando cuenta si es verdadera vocación de Dios o no lo es”, expresó.

Padre Alberto Figueroa

Muchas alegrías y gozos. Esas palabras resumen los 25 años de sacerdocio del Padre Alberto Figueroa de la Parroquia Santa Luisa de Marillac en Río Piedras. Ese 2 de junio de 1990, en la Catedral de Arecibo, cambió su vida.

La vida trae consigo cosas alegres y tristes porque la vida es así, pero en lo referente a su sacerdocio solo ha traído alegrías a su vida, según Padre Alberto.

Para el sacerdote esta vocación no se trata de una preferencia por alguna pastoral en específico, más bien es estar al servicio, en la caridad pastoral y en atención a todas las personas. Sostuvo que el ministerio es para la gente; la comunidad recibe el don del sacerdocio con gratitud y así lo expresa de forma espontánea.

“El día de mi aniversario utilicé una expresión de San Juan de Ávila: el sacerdocio es una gracia inmerecida. Es un don extraordinario que me hace muy muy feliz”, describió P. Figueroa.

En unas breves palabras a los sacerdotes jóvenes explicó que cuando menos lo esperen, si se mantienen firmes, estarán celebrando su 25 aniversario y se darán cuenta que ha sido hermoso y que ha valido la pena. Invitó a los jóvenes que pudieran sentir el llamado a que por lo menos se den el espacio a indagar si el sacerdocio es la voluntad de Dios en sus vidas.

Asimismo, recordó que su llamado comenzó a sentirlo desde niño. “Parece un cuento o una ilusión, pero desde niño en cuarto grado ya sentía el deseo de ser sacerdote”, dijo Padre Alberto. Claro que posteriormente fue creciendo y al cabo de sus estudios sub graduados el llamado tomó una seriedad mayor que lo llevó al discernimiento espiritual con los frailes capuchinos y posteriormente al seminario.

Padre Norberto Parilla

Otro de los jubilosos celebrantes de bodas de plata sacerdotal fue el Padre Norberto Parilla, CMF, de la Parroquia San Antonio María Claret. Describió su experiencia sacerdotal como unos felices 25 años de servicio que ha sentido muy velozmente y que ha dedicado a la formación, la misión con los pobres, en los colegios católicos y a la vida parroquial. Además de sacerdote, es misionero claretiano y su carisma lo lleva en todo momento.

“Han sido 25 años cortos, han sido una experiencia muy veloz”, dijo el sacerdote con ilusión y alegría.

Pero todo inició hace un tiempo atrás. A los 18 años asistió a una convivencia vocacional con los misioneros claretianos en República Dominicana. Allí lo tocó de cerca la cruda realidad de muchas comunidades muy pobres que no tenían un sacerdote incluso por años.

“A mis 18 años me lo planteé seriamente, ¿por qué yo no? Tenía muchas dudas, pero esa experiencia me tocó tan fuertemente que continué”, reveló Padre Norberto.

Al año siguiente ingresó al seminario para probar y los años pasaron tan rápido que no se dio cuenta. El día de su ordenación, durante la celebración, recordó que dudó en su interior si podría ser fiel toda la vida y en el momento, durante la oración consagratoria, recibió su respuesta: el mismo que inició en ti esta buena obra, Él mismo la llevará a feliz término. Esa frase lo ha acompañado en España, Roma, Puerto Rico y República Dominicana durante estos 25 años de feliz y fructífero sacerdocio.

Padre Padilla habló con libertad y alegría: “Me di cuenta que esto es una obra de Dios, Él da las gracias y los dones para completar esta misión. Vivo el sacerdocio ligero de equipaje y feliz. El sacerdocio es una llamada, es configurarse con Jesús sacerdote, maestro y Buen Pastor”.

Padre José Antonio Landrau Román

Padre José Antonio Landrau Román, párroco de la Parroquia de San Francisco de Monte Alvernia en la vicaría de Río Piedras (San Juan), considera que el sacerdocio es entrega.

“El sacerdocio para mí es amar una comunidad, el sacerdocio es seguir a Cristo de una manera especial. Esa manera especial es compartiendo todo aquello que Él nos dejó como este ministerio en el que podemos celebrar la Eucaristía y pues celebrar otros Sacramentos como el Matrimonio, la Unción, etc. Es sobre todo poder seguir a Cristo y seguirle atendiendo sus ovejas”, afirmó.

De sus 25 años al servicio de la fe, dijo que ha habido de todo. “Experiencias distintas, en diversas parroquias, la radio, el Tribunal Eclesiástico, colegios, distintas capellanías… pero gracias a Dios todo ha sido con ayuda de la feligresía. Siempre hay gente buena que coopera con uno y uno sigue adelante gracias a ellos”, mencionó.

A su vez, compartió que su vocación la recibió desde bien joven. “Yo tenía unos 14 años cuando sentí la inquietud vocacional y se dio el hecho de que me invitaron a un retiro vocacional. Ese retiro era de un fin de semana y sentí la llamada leyendo el Evangelio de San Juan donde el Señor me decía: ‘Te quiero aquí’, o sea en el Seminario”.

Agregó que esa noche fue impactante, por lo que casi ni durmió pensando con alegría que el Señor lo había llamado. Al cuestionársele si demoró en responder, aseguró que actuó de inmediato. “Terminé la escuela superior y entré al seminario. Y la pregunta de siempre: ‘¿Por qué a mí?’. Y eso todavía hasta el día de hoy me lo estoy preguntando. Así que lo único que he hecho es responderle como he podido”.

Para P. José, su vida ha sido marcada por el servicio. “Entiendo que servir es hacer bien y hacer bien imitando a Cristo. Entiendo que servir a la voluntad del Padre fue lo que Él (Cristo) hizo, pues yo intento servirle a Él lo mejor posible”, explicó.

A quienes sienten el llamado de Dios, aconsejó que hay que perseverar y ser valientes. “La vocación es algo que uno no puede retrasar. Si alguien siente la llamada, que escuche esa llamada, que la atienda, que siga al Señor y que se abra sin miedo. El Señor no busca talentos especiales, nos volvemos especiales en la medida en que nos abrimos a su llamado”, advirtió.

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