Con este llamado que hace hoy la segunda lectura quiero iniciar esta reflexión dela liturgia semanal. Cada uno de nosotros tiene que dar cabida en su corazón a esta expresión del autor de la carta a los hebreos; tenemos que hacer, como comunidad, un frente común para que el desánimo y la dejadez no crezca en el corazón y siempre caminemos animosos ante tantas dificultades y limitaciones. Un mundo sin dificultades es una utopía; realmente no existe ya que el camino de cada quien siempre va a tener dificultades y miserias. Y será el creyente el que tendrá que responder a este llamado diciendo: basta.
Pero claro está, este basta no es a las dificultades sino a la actitud de cada quien; no podemos dejar que nadie nos quite la alegría y el deseo de enfrentarnos a las dificultades y celebrar esta victoria dando gracias a Dios por la fuerza brindada.

La Primera Lectura nos presenta al Profeta Jeremías en una gran dificultad: quieren acallar su voz porque lo que anuncia no responde a lo que, políticamente hablando, quiere “la administración” que dirige el poder de Israel. Es lanzado a un pozo lleno de lodo pero la misericordia de Dios se manifiesta a través de Ebedmelek, por lo que el rey libera al profeta antes de que muera. Decir y hablar con honestidad traía problemas, pero Jeremías fue fiel al mandato de Dios y dijo la verdad divina.

El Salmo Responsorial, Señor, date prisa en socorrerme, es una voz de súplica que lanza el salmista para invocar la fuerza y misericordia de Dios. Primero un grito de plegaria en una situación dramática, luego una acción de gracias por ser escuchado. Una dinámica que recoge un refrán de nuestra tierra: es de bien nacido ser agradecidos. Aquí se evidencia esta realidad.

La Segunda Lectura, de la carta a los Hebreos, nos lanza a contemplar a Jesús como el gran modelo a seguir para alcanzar la meta que este mismo nos propuso. Insiste la lectura que nos acorrala el pecado; sigue ahí presente procurando apartarnos de lo que es la propuesta del Evangelio. Por ello hay que centrarnos en la figura del que “fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz”….

El Evangelio de hoy nos llama la atención de una manera particular. Solemos ver a Jesús hablando de paz, de unidad, de generosidad, en fin, nos llama a asumir con entrega y solidaridad. Pero frases como las de hoy rompen con todo ese esquema: “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!”. Nos choca un poco pero detrás de estas palabras contundentes de Jesús existe todo un llamado a vivir la radicalidad del Evangelio. Asumir la Buena Noticia tiene que llevar al creyente por un camino de entrega y de amor contundente y sin medias tintas. Cuando el Evangelio nos cueste vivirlo, será una señal inequívoca de que lo estamos haciendo bien. Y nos advierte que las dificultades del mismo no van a encontrarse fuera de nuestro círculo cercano sino más cerca de lo que pensamos; en la familia misma como nos señala Jesús. Pero ello no debe quitarnos jamás la alegría de servirle; habrá dificultades pero la alegría de servir no debe alejarse de nosotros. “Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados” (2 Cor. 4,8) Estamos apretados pero no desesperados.

La fuerza de lo anunciado por Jesús va a llevarnos por caminos en los cuales habrá que enfrentar dificultades, precisamente de aquellos más cercanos. Cada uno de nosotros puede recordar cómo en la familia misma se encuentran voces que nos critican, nos señalan, ponen obstáculos ante posturas que tienen que tomarse. Por ejemplo pongo el testimonio de una joven que sale embarazada y tiene ya tres niños. Cuantas críticas recibió de su familia, expresiones como: ¡otro más!, en vez de felicitarla por el regalo de la maternidad.

Como esto hay tantos ejemplos que encontramos muy cerca de nosotros. Hoy Jesús nos convoca a no tener miedo, a enfrentarnos con conciencia cristiana a todo aquello que impida o distorsione las enseñanzas de Jesucristo y esto hay que hacerlo con la alegría que debe distinguir al cristiano. ¡Siempre hay misericordia; siempre hay esperanza, por eso estén alegres!

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