Un amigo me decía en estos días: “Si la Navidad, ya nos sorprendió con algo sabroso y bueno (el amor de Dios en Jesús), en el primer día del Año Nuevo brilla Aquella que, a la sombra de una gruta, fue portadora de la Vida y de la Verdad: María, que se abrió sin reservas a lo nuevo, a lo desconocido. ¿Cómo? Dejándose conducir por Dios”.

“Es por eso, que en la primicia de este nuevo año la agasajamos: y le decimos: ¡Felicidades, María, por ser Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Felicidades María! Y le pedimos que nos ayude a entrar con buen pie, y por rectos caminos en este nuevo año que se nos presenta con diversas interrogantes”.

Estas palabras me motivaron a reflexionar brevemente sobre el nuevo año… y llegué a la conclusión de que ciertamente desconozco lo que va a acontecer en el 2017. Ahora bien, lo que sí sé y estoy convencido, es que no camino solo, porque Santa María, como buena Madre me acompaña. Por eso, en este primer día del año, rezo y te invito a rezar conmigo esta antigua y hermosa oración mariana: “Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!”.

Que el Señor en su bondad te conceda a ti y a tu familia en este Nuevo Año; una abundante bendición y los conserve sanos y salvos. Los mantenga íntegros en la fe, les conceda una esperanza generosa, y los haga perseverar en la caridad. Que Él guíe en la paz las acciones de ustedes, escuche siempre sus plegarias y los conduzca a la vida eterna. Amén.

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