Nuestra Señora de la Divina Providencia

Nuestra Señora de la Divina Providencia corresponde a una antigua advocación mariana de la Iglesia Católica que se originó en la Italia medieval durante el siglo XIII.
Sin embargo, esta devoción llegó a Puerto Rico con el Obispo de San Juan Don Gil Esteve y Tomás el 12 de febrero de 1849, quien en sus años como seminarista vio en la Catedral de Tarragona, España una preciosa imagen de la Virgen de la Providencia. Fue allí donde se enamoró de esta devoción.

Una vez en el País, Don Gil confió toda la diócesis a la Divina Providencia y antes de los 5 años reconstruyó la catedral que había encontrado maltrecha. En agradecimiento por la intervención de María estableció en 1853 el culto y la devoción a la Virgen de la Providencia. En ese momento su fiesta se fijó para el 2 de enero.
Para ese altar se trajo una imagen sentada, “de ropaje” (para ser vestida), tallada en Barcelona. María se inclina sobre el Niño, que duerme plácidamente en su regazo. Las manos de la Virgen se unen en oración mientras sostiene suavemente la mano izquierda del Niño. Esta imagen estuvo expuesta al culto en la catedral, hasta 1920 cuando fue sustituida por otra talla, toda de madera y actual imagen.

En el primer centenario del establecimiento del culto a la Virgen en la Catedral de San Juan, Mons. James Peter Davis, Obispo de San Juan, proclamó en 1953 una misión para promover la devoción en todo el país. La misión culminó con una fiesta mariana el 19 de noviembre de ese año en la que Mons. Mariano Vasallo, en representación del Obispo Davis, coronó la imagen. El himno en honor de la Virgen fue compuesto para esta significativa ocasión.

Por su parte, el Cardenal Luis Aponte Martínez, Arzobispo de San Juan por 34 años entre 1964 y 1999, fomentó el culto a Ntra. Sra. de la Providencia logrando que el Papa Pablo VI la declarara patrona nacional mediante un decreto firmado el 11 de noviembre de 1969. También se instituyó la antigua tradición de celebrar la solemnidad de la Virgen el 19 de noviembre.
De otro lado, la talla más antigua de la Virgen, que data del 1853, fue elegida para ser coronada solemnemente durante la reunión del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) celebrada en San Juan el 5 de noviembre de 1976. La víspera del acontecimiento esta imagen fue quemada por personas desconocidas en la Parroquia de Santa Teresita de Santurce donde se encontraba. Fue restaurada en Sevilla y el 22 de agosto de 2012, fue de nuevo coronada canónicamente. Eventualmente la figura de la Virgen será trasladada en su momento al Santuario Nacional de Nuestra Señora Madre de la Divina Providencia, que está en proceso de construcción en el barrio Cupey Alto en San Juan.

María, Madre de la Misericordia

Son varias las ocasiones en que los Sucesores de Pedro se han expresado sobre María como madre de misericordia. Por ejemplo, San Juan Pablo II dijo que libre de pecado, María es capaz de compadecerse y comprender la debilidad del pecador y amarlo como Madre.

Además, explicó que también se convirtió en Madre de Misericordia especialmente cuando aceptó a Juan como hijo. Momento en el que experimentó el amor de Dios, que le dilató el corazón capacitándola para abrazar a todo el género humano.

En otra ocasión el Papa Francisco sugirió “hoy más que nunca resulta muy apropiado que invoquemos a la Virgen María, sobre todo como Madre de la Misericordia”, al aludir que esta se convirtió en el ícono perfecto de la Iglesia que evangeliza. Por ejemplo, en el pasaje de las bodas de Caná (Jn 2, 1-11) asumió un papel protagónico como intercesora ante Jesús cuando a los novios les faltó el vino.

“De la misma manera que nosotros le decimos a otras personas ‘oren por mí’, qué mejor que María que también es otra persona (humana), pero una muy especial. El detalle es verla a ella como madre; de la misma manera que muchas veces nosotros recurrimos a nuestra madre para que interceda ante nuestro padre”. De esta forma Fray Carlos R. Morales, OSA, de la Parroquia San Francisco de Asís de Aguada explicó el rol mediador de la Virgen María.

En esa misma línea, en su libro Con María hacia la identificación con Cristo, Padre Jesús Domínguez Sanabria detalla que la intervención de María en Cristo no se limita a evitar el mal o a facilitar bienes materiales que brinden bienestar a los creyentes “sino para asemejar mejor nuestra vida a la voluntad de Dios”.

Al tiempo, comenta que: “María, en relación con nosotros, ejerce con Cristo, todas las gracias y bienes que necesitamos para realizar los designios de Dios”. Por lo que señala que la primera función de María como mediadora es estrechar la unión de sus hijos terrenales con Jesús.

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