Hoy la palabra de Dios vuelve a conducirnos hacia un tema sumamente actual. El VIII Encuentro Mundial de la Familia en Filadelfia y el Sínodo sobre el mismo tema a celebrarse en octubre en Roma, son las más recientes acciones de la Iglesia para reflexionar y apoyar el proceso de nuestras familias y procurar acompañarlas en un entorno, que precisamente no le favorece y del que recibe fuertes golpes.

Por eso acoger la palabra de esta liturgia dominical es reafirmar el querer de Dios sobre la unidad  matrimonial de donde emana la fuerza de una familia.

La Primera Lectura nos lleva a contemplar la creación como un acto de amor de parte de Dios, y como parte de esta creación vemos al hombre. Este es hechura de Dios, pero designado como una creatura superior: hecha a imagen de su creador. Su misión de poner el nombre a todo lo creado es signo de que va a tener una supremacía sobre todo. Pero el culmen de esta lectura está en complementar la vida del hombre: «¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne». Dios ofrece la complementariedad al hombre pero no la superioridad sobre esta creatura.

El Salmo nos describe con sencillez y hermosura la felicidad de una familia. Esta vive teniendo presente a Dios: practicando su fe y observando la ley. El temor del Señor que la guía, se refiere a la toma de conciencia de la presencia de Dios en su vida. Por ello todo el ser de la familia, su fecundidad y su respuesta provoca gran alegría.

La Segunda Lectura nos presenta una explicación de lo que implica la entrega de Jesús en el marco del sufrimiento. Este hay que mirarlo desde la perspectiva de la entrega de Jesús por nosotros. Y el gran mensaje lo es: desde este sufrimiento se alcanzará la gloria. Es desde Jesús que el sufrimiento adquiere otro sentido.

El Evangelio nos dirige a la controversia que quieren montarle a Jesús sobre el divorcio. Es bueno señalar que el divorcio estaba previsto en la Ley y que en la religión judía del momento estaba claramente contemplada esta posibilidad. Pero Jesús no se queda en la propuesta de Moisés en Deut. 24,1ss, en la que habla del acta de repudio, sino que va a los orígenes para recordarles cuál es el querer de Dios: «De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». Finaliza la enseñanza de Jesús con la propuesta de la utilización de la figura de un niño. Nos recuerda que solo asumiendo con apertura de corazón, disponibilidad y falta de prepotencia como un niño, podrá el ser humano  asumir el proyecto del matrimonio.

La realidad del matrimonio y la plaga del divorcio son un elemento tan actual como la sociedad misma, ya que ella requiere del proyecto de la familia para mantener su constitución y fortaleza.

Como señalé al principio, hoy está en la prioridad de la Iglesia el trabajar con el matrimonio y la familia, reconociendo con ello lo vital que es para la vida de la sociedad. Quiero finalizar proponiéndoles la lectura del Papa Francisco sobre esto, que ofreció en la  homilía de la Misa matutina celebrada en la Casa Santa Marta el 2 de junio de este año: “El matrimonio y la familia son un elemento esencial en toda sociedad por primitiva que esta sea. Esto constituye el fundamento que da sentido a la sociedad… Fiel, perseverante, fecundo. Estas son las tres características del Amor con el que Jesús nutre a su Iglesia, su Esposa. Estas son también las características de un auténtico matrimonio cristiano. […] La fidelidad es el propio ser del amor de Jesús. Y el amor de Jesús por su Iglesia es fiel. Esta fidelidad es como una luz para el matrimonio. La fidelidad del amor “Siempre”. Siempre fiel, pero también siempre incansable en su perseverancia.

La perseverancia en el amor en los momentos bellos y en los momentos difíciles, cuando hay problemas, problemas con los hijos, problemas económicos, problemas por aquí, problemas por allá. Pero el amor persevera, va hacia adelante, siempre buscando el resolver las cosas para salvar la familia. Perseverantes se levantan cada mañana, el hombre y la mujer, y sacan adelante la familia. “En un matrimonio esta fecundidad puede ser puesta a prueba, cuando los hijos no llegan o estan enfermos. En esta prueba, subrayó el Papa, hay parejas que “miran a Jesús y toman su fuerza de la fecundidad que Jesús tiene con su Iglesia”.

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