Domingo IV de Pascua, Ciclo B

Domingo del Buen Pastor

Contexto 

El cuarto domingo de Pascua la Iglesia contempla siempre a Jesús como Buen Pastor y ora especialmente por los sacerdotes y las vocaciones a este ministerio eclesial. Siempre sobresale una perícopa del Cap. 10 del Evangelio según San Juan, pero todos los elementos de la liturgia (i.e.oraciones, antífonas, lecturas) respiran esa idea clave. Hace 55 años los Papas nos ofrecen un mensaje para nuestra reflexión en esta Jornada mundial de oración por las vocaciones sacerdotales. El lema de este año es: Escuchar, discernir, vivir la llamada del Señor.

En este contexto litúrgico y eclesial hemos de confrontarnos con la Palabra de Dios de este domingo, en el que vemos a dos pastores (los Apóstoles Pedro y Juan) obrando en nombre del Buen Pastor, Jesús, y dando testimonio de Él (cf. Hch 4,8-12). Luego escuchamos la Palabra de Dios a través de Juan (cf. 1 Jn 3,1-2), pues nuestros pastores son también maestros en la fe. La liturgia de la Palabra culmina escuchando al mismo Jesús proclamando uno de sus “Yo soy”, en este caso “Yo soy el buen Pastor”, y manifestándonos las implicaciones de esa autodefinición (cf. Jn 10,11-18).

Reflexionemos

Para los cristianos Jesús es el único Pastor, bueno o incluso bello (la palabra griega del Evangelio puede traducirse también así, lo que nos recuerda algo del Sal 44(45),3). Él es el único Sacerdote y Maestro.

Los que llamamos sacerdotes, pastores o maestros lo son tanto y en cuanto Jesús nos comparte esos atributos o ministerios suyos desde el Bautismo, y en algunos casos por medio de una vocación particular, que hay que saber escuchar, discernir, vivir, como pide el Papa en su  mensaje para este domingo. En la medida que nos damos cuenta de ello, los pastores (con minúscula), deben esforzarse por ser reflejo de El buen Pastor (con mayúscula).

Así lo hacían los Apóstoles. Vemos a Pedro y Juan que, emulando y obedeciendo a su Maestro, van por el mundo, comenzando por Jerusalén, sanando enfermos, consolando afligidos, etc. aprovechando toda ocasión para testimoniar que no son ellos, sino Jesús, el buen Pastor, el Mesías, el Salvador, etc. quién realmente sana y salva, y ellos simplemente actúan en su nombre y por su poder obran la redención en quienes creen y aceptan a Jesús.

El pastoreo de Jesús es manifestación del amor del Padre, y los pastores elegidos por Dios para realizar la misión de Jesús, lo proclaman sin descanso, como hace Juan en su evangelio y sus cartas. Por eso el buen Pastor no se conforma con cuidar las ovejas de su redil, sino que sale a buscar las que están fuera, y con tal de salvar a unas y otras, ha sido capaz de dar su vida en la cruz y recuperarla por la resurrección para que sus ovejas tengan vida abundante.

En conclusión   

Hoy, y esperamos que no solo hoy, oramos por las vocaciones sacerdotales. Oramos para que las haya. Eso depende de Dios, pues Él es quien da la vocación. No podemos dudar que Dios dé las vocaciones necesarias para su Iglesia. Oramos para que quienes la reciben la escuchen, disciernan, respondan y la vivan. Oramos por los que escucharon, discernieron, respondieron y fueron consagrados para que la vivan con fidelidad, no rutinariamente, porque la rutina no es un atributo del buen Pastor; para que la vivan con ilusión renovada, gozosa y transformadora. Para ello tendrán que seguir escuchando y discerniendo, porque ninguna vocación es cosa de un día. Así como Dios sigue llamando para que la vocación no se apague; el vocacionado tiene que seguir “escuchando con corazón abierto” (mensaje del Papa) y respondiendo cada día para que su vocación (en este caso sacerdotal, pero esto aplica a cualquier vocación) no se marchite y se ubique en su misión personal en la Iglesia y en el mundo en el hoy que Dios nos da (cf. Mensaje del Papa).

(Mons. Leonardo J. Rodríguez Jimenes)

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