Domingo VI de Cuaresma, Ciclo B

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

Contexto 

Iniciamos la semana culminante de la Cuaresma: la Semana Santa. Siguiendo la tradición, iniciada en Jerusalén, esta semana se “dramatizan” litúrgicamente los eventos culminantes de la obra redentora de Cristo.

Quisiera resaltar el nombre propio de este día: Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. El nombre refleja la teología de que la pasión y la gloria en Jesús van unidas. Por un lado, el recuerdo de la entrada de Jesús en Jerusalén (Mc 11, 1-10) nos presenta su realeza y su gloria, anticipo de la victoria pascual. Luego, ya que el Viernes Santo no se celebra la Eucaristía, la misa del Domingo de Ramos se enfoca en la Pasión del Señor que contemplamos desde las profecías (cf. Is 50, 4-7; Sal 21) hasta su cumplimiento en Jesús (cf. Fil 2, 6-11; Mc 14, 1-15, 47).

Estos días resonarán en nuestros oídos pasajes de Isaías que nos presentan un misterioso siervo de Yahveh, que permanece fiel a su misión hasta su humillación. Para nosotros esas profecías se han cumplido en Jesús. En la segunda lectura, S. Pablo nos transmite un cántico que los primeros cristianos dirigían a Jesús humillado y glorificado. La liturgia de la Palabra culmina con la lectura de la Pasión del Señor, en este año, según el Evangelio de Marcos. La lectura de la entrada en Jerusalén se hace como de costumbre, sin embargo la proclamación de la Pasión está marcada por su sobriedad, a la vez que, como el Viernes Santo, se puede proclamar distribuida entre varios lectores.

Reflexionemos

Jesús, durante su ministerio, anunció varias veces que tendría que padecer antes de entrar en su gloria. A los discípulos se les hizo difícil asimilar ese mensaje porque, como todos, le sacamos el cuerpo al sufrimiento y porque no entendían bien qué era eso de resucitar.

Después de 20 siglos, ¿somos distintos? La cruz sigue siendo escándalo y la Resurrección, no deja de sernos un misterio. Sin embargo este es el misterio central de nuestra fe. Así lo enseña, celebra y vive la Iglesia (cf.1 Cor 15, 17; Catecismo de la Iglesia Parte II, secc. I, cap. I.). Así lo vivió el Beato Carlos Manuel, así deberíamos vivirlo nosotros. El misterio pascual nos configura desde el Bautismo hasta la celebración de las exequias, en las que participando de la muerte de Jesús, esperamos entrar, por su misericordia, a la gloria de la resurrección.

Ese camino místico lo vamos viviendo a lo largo de la vida con la ayuda de los sacramentos y del año litúrgico, que nos van insertando en la vida de Cristo. La Palabra de Dios va dando dirección a ese camino espiritual y el Espíritu, que la inspiró y nos ayuda a asimilarla, nos va guiando para configurarnos con Cristo, anonadado y glorificado.

En conclusión 

Comenzamos una semana muy especial, que sin embargo en los últimos años se ha ido desdibujando con la idea de que es una semana para vacacionar. Pero si pensamos en el sentido original de la palabra vacare en latín, eso implica estar vacío, desocupado, libre o dedicarse a algo. En ese sentido, sí podríamos decir que es una semana para estar desocupado de las cosas que nos ocupan el resto del año, vaciarnos de los afanes y preocupaciones del mundo para dedicarnos a conocer, celebrar y vivir el misterio pascual, fuente de nuestra redención.

¿Puedes hacer eso en la playa o en un parque de diversiones? ¿No puedes ir a la playa y al parque de diversiones en otro momento del año, y dedicar estos días a “vacacionar” en Cristo, muerto y resucitado por nosotros? ¿De verdad podrás profundizar el misterio de la redención entre el alboroto, las filas, la música estridente y otras cosas? Si puedes hacerlo eres un titán. Luego nos dices cómo lograr ese nivel de misticismo.

Mons. Leonardo J. Rodríguez Jimenes

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here