Domingo VI de Pascua, Ciclo B

Contexto

Corre el tiempo pascual y conviene que no nos cansemos. A veces nos quejamos de que la Navidad es corta, pero parece que nos cansa la “larga” Pascua. Para librarnos de ese cansancio la misma oración colecta de este domingo suplica al Padre “continuar celebrando con intenso fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado…”.

No hay motor más fuerte para conservar el fervor y la ilusión que el amor. Precisamente ese será el principal hilo conductor de la Palabra de este domingo (cf. 1Jn 4,7-10; Jn 15, 9-17): Dios es amor y nosotros no podemos llamarnos hijos de Dios, amigos o discípulos de Jesús si no vivimos el amor concretamente.

 

Reflexionemos

El amor no es un sentimiento. Esta es una afirmación contundente, que, incluso, puede dejar estremecido a alguno. Podríamos reflexionar sobre eso filosófica o sicológicamente, pero esa no es nuestra perspectiva. Incluso desde la perspectiva de la fe, el amor no es un mero sentimiento. Tan es así que el Apóstol Juan se atreve a decir, inspirado por el Espíritu, que “Dios es Amor” (1 Juan 4, 8b). Es decir, el amor es la esencia de Dios, Trino y Uno. Ese misterio trinitario de amor Jesús lo expresa de manera íntima en la Última Cena, de la que escuchamos un pasaje.

El misterio de amor trinitario repercute en nosotros, los discípulos de Jesús, que no solo somos seguidores, sino que hemos sido sumergidos desde el Bautismo en el misterio de la Trinidad, que es fundamentalmente un misterio de amor, para hacernos partícipes de la naturaleza divina (cf. 2 Pe 1, 4). Por ello si Dios no puede hacer otra cosa que amar, nosotros tampoco tenemos otra salida que amar. En ese sentido podemos entender porqué Jesús no dice que amar es un sentimiento o una sugerencia suya, sino un mandamiento. Pero, ¡¿se puede mandar a amar?!

Cuando escuchamos el Evangelio cada domingo, no debemos olvidar que generalmente se lee semicontinuamente. El domingo pasado comenzamos a leer Jn 15 y creo que ahí hay una clave. Jesús es la vid y nosotros los sarmientos. ¿Hay que mandarle a una vid dar uvas? Pues no, porque esa es su naturaleza. Ahora, si la vid está enferma o los sarmientos no producen frutos buenos por no estar unidos a la vid, hay que hacer algo. A veces nosotros (sarmientos) no estamos unidos a la vid (Jesús) o estamos medio colgando, pues entonces hay que podar o reinjertar o abonar. El Señor que nos ama, hace todo lo posible para que el sarmiento esté bien injertado y responda a su naturaleza dando uvas, en nuestro caso dar amor con obras, no abstracta o sentimentalmente. De ahí que nos mande cumplir los mandamientos. Su Palabra sirve de podadora filosa (cf. Heb 4, 12) y herramienta de jardinería para el bien de la planta. Cuando el Señor nos manda a amar, no hace otra cosa que “podarnos” recordándonos que esa es nuestra naturaleza y que hacer otra cosa nos haría inservibles y además haría daño a toda la planta, pues vivimos en comunidad. Fijémonos que toda la perícopa está en plural. No dice tú sino “ustedes”, “nos” eligió, “nos” manda, “somos” sus amigos, etc.

En conclusión

¿Creía que amar es sentir? Pues sí, pero no solo eso. Hoy tiene la oportunidad de repensar su concepto de amor y darse cuenta que amar es una decisión, una acción, algo muy concreto; no debe ser solo un sentimiento sujeto a los vaivenes de las emociones y otras cosas.

Hoy puede decidir amar para cumplir el mandato del Señor, que por su esencia nos ama hasta el extremo. Pero recuerde que más que un mandato está respondiendo a su esencia, pues si Dios es amor y nosotros hemos sido creados a su imagen y semejanza, de alguna manera nosotros también tenemos que ser amor en acto.

(Mons. Leonardo J. Rodríguez Jimenes)

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here