Uno de nuestros grandes deseos ocultos es buscar el ser compensado en todo lo que hacemos por los demás. Todos sabemos que esto es un juego peligroso, ahora bien, nuestro corazón no se cansa de buscar los aplausos en todo lo que decimos o hacemos por los demás. Jesús hoy nos indica otro camino, el de la Humildad.
La humildad para entenderla es necesarioavivirla. Si no partimos de la visión real de lo que somos, es imposible llegar a ella. Por eso, decía Santa Teresa de Jesús “que la humildad es la verdad”, esta capacita al ser humano para conocer con exactitud las propias cualidades y capacidades, además nos impide a sobrevalorarnos, nos impulsa sobre todo a prestar atención a las personas que nos rodean especialmente a los más necesitados.
La humildad define la situación del ser humano ante Dios y el lugar que ocupa dentro de la creación. Es hermana de la sinceridad, lo mismo que el orgullo es hermano de la hipocresía y la vana gloria. La humildad nos empuja a desarrollar todas nuestras capacidades, conscientes de que somos criaturas y dependemos de Dios.
Es importante dejar de vivir en la fantasía pensando que nos merecemos las cosas en base a nuestros méritos. O que pretendamos incluso dirigir al mismo Dios, porque nosotros lo podemos hacer mejor.
En nuestra sociedad hoy muchos viven dominados por el culto excesivo al éxito, obsesionados por sobresaltar, queriéndose imponer a la fuerza, buscando aplausos y reconocimientos. Viven alimentando esa obsesión, buscando constantemente publicidad. Tienen una sed insaciable que los lanza hacia el deseo de tener muchas cosas, eso sí, aplicando la ley del mínimo esfuerzo.
Hoy más que nunca necesitamos de hombres y mujeres diferentes, Santos y Santas, que se distingan por su humildad, que caminen en la verdad, y como decía nuestro Beato Carlos Manuel: que hagan “lo que tienen que hacer y lo hacen bien hecho”. ES TU TURNO, ¡ATRÉVETE Y LO LOGRARÁS!