Fijar nuestros ojos en Jesús, como nos indica hoy la carta a los Hebreos, exige tomar la decisión de seguirle. Y esta decisión lo cambia todo. Implica comenzar a vivir de manera nueva la adhesión a él y la pertenencia a la Iglesia. Es estar seguros de que hemos encontrado, por fin, el verdadero camino, la verdad, el sentido, la razón del diario vivir. Es poder vivir dando un contenido real a nuestra fe y a las acciones que realizamos.
Seguir a Jesús es creer en lo que él creyó, es dar importancia a lo que él le daba, interesarnos por lo que él se interesó, defender la causa que él defendió, y sobre todo mirar a las personas como las miraba él. No con lastima, sino con compasión. Porque cuando miramos a las personas con cariño como las miraba Jesús, descubrimos su corazón, y sobre todo sus sufrimientos. Es por eso, que el Papa Francisco, nos invita a salir de nosotros mismos e ir a las periferias existenciales y allí acercarnos sobre todo a los más vulnerables, a los más pobres, a los que sufren, y en la medida de lo posible ayudarlos.
Seguir a Jesús implica también enfrentarnos a la vida y a la muerte con la esperanza de aquel que está seguro que la muerte no es el final. “Quien sigue a Jesús, dice un teólogo contemporáneo, no busca «cruces», sino que acepta la crucifixión que le llega por vivir siguiendo los pasos de Jesús. Acepta vivir crucificado con Cristo. Su cruz le acompaña a lo largo de su vida.”
Este es el reto y la aventura a la que Jesús nos invita. No tengamos miedo de asumirla y “corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante fijos ojos en Jesús, autor y consumador de nuestra fe. Él en vista del gozo que se le proponía, acepto la cruz, sin tener la ignominia, y por eso está sentado ala derecha del trono de Dios.” ¡Ánimo! No tengas miedo. El Señor guiará tus pasos.