En este tercer domingo de Cuaresma la palabra de Dios nos hace una llamada urgente a la conversión. Jesús es el nuevo Moisés que nos libera de la esclavitud del pecado y nos lleva a una nueva tierra de promisión: el Reino de Dios. Acceder a este nuevo éxodo requiere conversión y fidelidad a Jesús, el Hijo, el predilecto. Ahora bien, ¿qué significa vivir en conversión?

Con palabras del Papa Francisco podemos decir que es «volver a Dios con un corazón nuevo, purificado del mal, para tomar parte de su gozo». Es por eso que durante este tiempo intentamos estar más unidos a Cristo, para compartir el misterio de su pasión y resurrección. Para lograrlo necesitamos iniciar un itinerario espiritual que tiene que ver con el lugar más íntimo de nuestra persona, es decir, el corazón, el centro de nuestros sentimientos, el centro en el que maduran nuestras decisiones, nuestras actitudes. Necesitamos entrar en nosotros mismos para tomar las decisiones oportunas que nos motiven a vivir de forma diferente, no sin razón dice San Gregorio Magno a propósito de este Evangelio:

“Con gran temor se debe escuchar lo que se dice del árbol que no da fruto: ‘córtalo, para qué continuar ocupando terreno?’ (Lc 13,7).

Cada uno, a su manera, si no hace obras buenas, al tiempo que ocupa espacio en la vida presente, es un árbol que ocupa inútilmente el terreno, porque en el puesto donde él está impide que pueda trabajar otro. Pero hay algo peor: es que los poderosos de este mundo, si no producen ningún bien no lo dejan hacer tampoco a aquellos que dependen de ellos porque su ejemplo ejerce influencia como una sombra que estimula perversidad.

Encima hay un árbol infructuoso y debajo la tierra permanece estéril. Los rayos del sol no alcanzan la tierra porque cuando los dependientes de un patrón perverso ven sus malos ejemplos, también ellos, permaneciendo privados de la luz de la verdad, permanecen infructuosos; sofocados por la sombra no reciben el calor del sol y permanecen fríos, sin el calor de Dios.
Ocupa inútilmente el terreno quien le crea dificultades a las mentes de los otros. Ocupa inútilmente el terreno quien no produce buenas obras en el oficio que tiene”. (Homilía 31,4).
¿Eres un árbol que da fruto? La respuesta tú la tienes…

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here