Comparto con ustedes esta hermosa reflexión de un Padre Carmelita sobre el Evangelio de hoy:

“Esta parábola es conocida como la parábola de “El hijo pródigo”, y esto deja insinuar el lado económico. En definitiva, pródigo significa aquel que gasta, a mano abierta. El punto central se encuentra en la elección que el seguidor de Jesús debe hacer cada día: elección entre la Casa del Padre o el sistema de compartir y la Casa del Patrón o el sistema de acumulación.

La parábola comienza con un joven que pide al padre la parte de la herencia, porque se quiere ir de la casa. Salir de la casa del Padre exige que la persona tenga una única cosa que el mundo acepta de buen grado: dinero. Sin dinero, él no conseguirá enfrentarse al mundo. Pero el joven no tenía la madurez suficiente para administrar el dinero pues llevaba una vida desenfrenada.

Para colmo de males, después de acabársele el dinero que tenía, pasa por dificultades económicas, pasa “hambre”.
Enfrentarse a las dificultades engendra madurez. El joven se da cuenta de que necesita dinero todavía para sobrevivir en este mundo. Y así, por primera vez en su vida, va en busca de un trabajo. Entra por tanto en la Casa del Patrón, que lo manda a ocuparse de los cerdos. Pero el hambre es mucha, el salario no es suficiente y él intenta saciar el hambre comiendo de lo que comen los puercos.

En la Casa del Patrón las cosas no son tan fáciles: la comida de los puercos es para los puercos. El jornalero debe comer del salario que gana sirviendo. El joven descubre que en la Casa del Patrón se le niega la comida, no se comparte ni siquiera la comida de los cerdos. ¡Cada uno para sí! A partir de esta experiencia, el joven comienza a comparar la situación actual con la situación que se vive en la casa de su padre.

En la Casa del Padre los jornaleros no tienen hambre, porque el pan se comparte con todos los jornaleros. Ninguno se queda sin comer, mucho menos los jornaleros. Decide entonces volver a la Casa del Padre. En la Casa del Padre los trabajadores no tienen hambre, porque se comparte el pan.

Algunos creen que el hijo vuelve porque tiene hambre, si fuera así su regreso sería un oportunismo. No se trata de esto, sino más bien de una elección por un determinado modelo de casa. En la Casa del patrón nada se comparte, ni siquiera las algarrobas de los cerdos. En la Casa del Padre, ninguno tiene hambre, porque la misión de la Casa del Padre es la de “saciar de bienes a los hambrientos”. Y TÚ, ¿CUÁL DE LAS DOS CASAS ELIGES?

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