Una de las grandes bendiciones con las que podemos contar los cristianos y cristianas es la de encontrar una comunidad en la que podamos celebrar la vida con Dios y escuchar una Palabra que, si la entendemos un poco, nos llena el corazón de esperanza y ánimo para seguir adelante. La alegría profunda no es fácil alimentarla con las noticias que nos llegan o escuchamos. La esperanza necesita ser alimentada con dosis suficientes de realismo y visión de futuro. Por eso es tan importante participar en la Eucaristía dominical, en ella tenemos la oportunidad de encontrarnos con Dios y con los hermanos y hermanas para celebrar, reflexionar y cantar juntos.
Es por eso que te invito a dar gracias a Dios por el don de pertenecer a una comunidad que nace de la fe en Jesucristo Resucitado, comunidad donde el amor se expresa en gestos reales de fraternidad. No importa si es pequeña y sencilla, si está formada por jóvenes o mayores, hombres o mujeres, muchos o pocos, valientes o cobardes… Solo desde la fraternidad tenemos la posibilidad de que nuestro esfuerzo por la paz sirva más al bien común que a nosotros mismos.
No olvidemos que en toda la comunidad existen los problemas, las controversias, las discusiones… como aparecen en la primera lectura, pero se les pone nombre, se sitúan encima de la mesa y se buscan soluciones entre todos a la luz de la Palabra. Utilicemos nuestra palabra como regalo para construir, nunca para destruir, controlando la violencia verbal. Y escuchando. Es en la comunidad compuesta por personas normales y corrientes donde se reconocen que el perdón es el gran don divino que Jesús nos ofrece.
Tengamos presente que la paz y el amor que se vive en la comunidad es también una misión de perdón, de reconciliación; el perdón rompe el círculo del eterno retorno de la violencia. Jesús no ofreció un optimismo basado en las estadísticas, en el análisis político, en el equilibrio de poder o en la capacidad para destruir, sino una esperanza basada en la promesa del perdón de Dios a todas las personas, en la promesa de su amor incondicional hasta dar la vida. ¿Te animas a intentarlo?