Comparto con ustedes esta hermosa reflexión del P. Reinaldo Gámez, presbítero venezolano que considero muy oportuna para este domingo: «¡Arriba, resplandece, que ha llegado tu luz, y la gloria de Yahveh sobre ti ha amanecido! Pues mira cómo la oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, más sobre ti amanece Yahveh y su gloria sobre ti aparece. Caminarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu alborada. Alza los ojos en torno y mira…» (Is 60 1-4b).

Grita de gozo y regocíjate, hija de Sión, pues he aquí que yo vengo a morar dentro de ti, oráculo de Yahveh (Zac 2,14).

Estos textos de la Escritura con los cuales iniciamos nuestra reflexión, son unos de tantos que encontramos en ella para alegrarnos verdaderamente y, para comprender el Adviento. Hoy día, vemos cómo en la vida de muchos la alegría parece verse amenazada por «malas» noticias, enfermedades, problemas sociales, familiares, comunitarios, de estudio, preocupaciones de todo tipo, crisis, vicios… ¿Por qué alegrarnos? ¿Qué razones tenemos cuando al parecer todo está mal?

La razón para alegrarnos se llama: Jesús. Él se ha encarnado, ha asumido la condición humana y siendo Dios se ha abajado para abrirnos el camino que conduce al Padre; para compartir con nosotros como Hermano… ¡Quien lo encuentra a Él, lo encuentra todo! De aquí proviene la alegría sin fin, aún en medio de la «tormenta» que podamos estar atravesando. De igual modo esta alegría crecerá, en la medida que ese encuentro va madurando; en la medida en que, al conocerlo, aceptamos el don de su amistad y esta amistad crece. ¡Qué importante es que su Amistad, su Presencia crezca en nuestras vidas! ¡Qué alegría saber que podemos caminar con Él y, que al final de nuestro peregrinar por este mundo seguiremos en Él, de un modo infinitamente más pleno! Y si ciertamente la alegría es un Don que nos viene del Espíritu Santo (Cfr. Gál 5, 22), este Don nos llega por Jesucristo, gracias al Don de su redención.

Si lo has encontrado aférrate a Él. Si no lo has encontrado, anímate a buscarlo, porque ninguno que ha iniciado esta búsqueda ha quedado frustrado. Pero eso sí, ten cuidado con los «enemigos del alma»; con los enemigos de la amistad con Jesús, los enemigos de la alegría. Más claramente, ten cuidado con el pecado que solo deja vacío, tristeza y desolación. Recuerda que a Jesús le consigues fácilmente dentro de la Iglesia. El Adviento nos invita a celebrar al Señor que ya llega, que sigue viniendo a nuestras vidas. La invitaron concreta es a acoger su invitación. ¿Te animas a intentarlo? ¡Ven, Señor Jesús!

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