La invitación del Evangelio durante estos domingos de Adviento ha sido: el Señor nos quiere despiertos, vigilantes en espera. Y también preparados, haciendo todo lo posible para que su llegada dé frutos y sus enseñanzas no caigan en saco roto. Hoy en el último domingo de Adviento, nuestra mirada se vuelve a María. En el Evangelio se nos narra una escena sencilla, íntima y entrañable. Una mujer muy joven, y un ángel con un anuncio. Una conversación entre ambos que podemos resumir en pocas palabras. “Alégrate. – El Señor está contigo. -No temas. -Has encontrado gracia ante Dios”.
Estas breves palabras son claves para entender la propuesta que Dios le dirige a quien ha de encarnar su Palabra. La primera es una llamada a la alegría. Una invitación a dejar a un lado las dificultades de la tarea que se le va a pedir. No cabe duda que si acepta se va a meter en un buen lío, pero será un lío gozoso. Porque asumirá la responsabilidad de criar al hijo de Dios, al Salvador de toda la humanidad, y eso será para ella, y para la humanidad fuente de alegría infinita.
María es modelo para todos los que acepten al Señor en su vida. Es ejemplo de disponibilidad para los que, a pesar de las dificultades cotidianas y de los problemas que cause el sí de la llamada, sigan adelante. Porque ellos y ellas, al igual que María, podrán enfrentarse a todo con el corazón sereno y la sonrisa en el alma. Ya que acoger con alegría a Jesús da fuerzas para luchar y seguir adelante.
Si como María, fuéramos capaces de confiar plenamente en Dios y creernos de corazón una sola de sus afirmaciones, al igual que ella, no tendríamos miedo, porque con Dios a nuestro lado, ni la enfermedad, ni la ruina, ni la tristeza ni la soledad, ni los problemas nos vencerían. Pues viviríamos sostenidos por la gracia y el amor de nuestro Dios.
A unas horas de celebrar la Navidad, abramos nuestro corazón al Señor y como la Virgen Madre, respondamos con alegría: “Aquí estoy Señor, para hacer Tú voluntad”. ¡Feliz Navidad!
