Es importante que desde el principio se nos quede bien grabado y definido cuál es el proyecto de Jesús, a qué ha venido, qué es lo que pretende, porque, si no, tenemos el riesgo de quedarnos en una serie de mensajes más o menos conectados, de frases, y de una especie de nueva moralidad que tenemos que poner en práctica o mensajes sueltos que nos ayuden a ser más o menos buenos y poco más.

Sin embargo, todo lo que Jesús va a hacer y decir tiene una unidad y va encaminado a algo muy concreto. Viene a hablarnos de Dios, a presentarnos el verdadero rostro de Dios y su proyecto de salvación que está fundamentado en el amor que él tiene para con nosotros. Porque por mucho que algunos lo nieguen, necesitamos ser salvados, y no solamente de nuestra realidad futura definitiva, sino de nuestra realidad de cada día. Para Jesús está bien claro, que todo lo que brota de Dios, está pensado para favorecernos a nosotros, por eso, nos trae una buena noticia, que nos llena de esperanza.

En medio de nuestras luchas, de nuestras luces y sombras, de nuestras tensiones o indiferencias, Jesús nos trae la buena noticia de Dios, y si no nos hemos dado cuenta es que no le hemos escuchado, no le hemos entendido, o seguimos prefiriendo nuestras deplorables noticias que, cerrados en nosotros mismos, no podemos superar.

Necesitamos de Dios como necesitamos de los otros para vivir. Y cuando vivimos o pretendemos vivir al margen de los otros o pisoteando a los otros, degradamos no al otro, sino nuestra propia realidad de seres humanos. Los otros nos ayudan a humanizar y, si no es así, tenemos a alguien, a Dios, quien en Jesús ha venido a mostrarnos que él es, desde su caminar con nosotros, garantía de humanidad si nos abrimos a él, si nos dejamos acoger por él, porque no se impone, se regala, se ofrece.

En Dios nos encontramos con lo mejor de nosotros. En él descubrimos la fuerza inserta en nosotros que nos permite adentrarnos en esa aventura, que es nuestra vida y nuestra historia, para aprender a darle calor de vida desde esa palabra que hemos desvirtuado, pero en la que está inscrita el secreto del triunfo de nuestro ser humano y divino, el amor. Así que decídete a seguir el camino de Jesús: “¡No tengas miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, ábranle, ábranle de par en par las puertas a Cristo, y encontrarán la verdadera vida. Amén” (Benedicto XVI – Homilía Inicio de Pontificado, Abril 2005).

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here