Contexto

Entre los temas que podríamos sacar de la Palabra de Dios este domingo, hay dos que me parece que sobresalen: la universalidad y la misión. Hoy, todas las lecturas (Is 56,1.6-7; Sal 66; Rom 11,13-15.29-32; Mt 15,21-28) aluden de alguna manera a esos aspectos.

El Señor anuncia, por Isaías, que atraerá los extranjeros a su monte santo; ya no será un lugar reservado para algunos. El salmo invita a la alabanza universal. Mateo nos narra una de las pocas salidas que Jesús hizo fuera de Israel y Pablo manifiesta, cómo en los misteriosos designios de Dios, la cerrazón de Israel ha sido ocasión para que la misericordia de Dios tocara a los gentiles.

Con esas claves tratemos de profundizar el mensaje de la Palabra en este día.

Reflexionemos

Las palabras iniciales de Jesús ante la insistencia de la mujer sirofenicia son duras. Por un lado, vemos que sirven para probar la fe y humildad de aquella extranjera, que a su vez se convertirá en ejemplo de fe, humildad y perseverancia para sus discípulos, pero además dejan ver que Dios ha establecido un orden en su plan de redención. La universalidad no quita que haya un orden, primero se comienza por el pueblo elegido, como signo de la humanidad a la que Dios ama y luego por medio de su pueblo y, a veces, a pesar de él, como vemos en la segunda lectura, la salvación llegará a todos.

El AT recalca, la elección de Israel sobre otros pueblos, pero también vemos como el Señor revela su deseo de que todos sean parte de su pueblo y todos reciban la salvación. El pasaje isaiano y el salmo de hoy son ejemplo de ello. Por tanto, no podemos decir que la universalidad y misionariedad vienen con el NT, sino que se van gestando ya en el AT, y con Jesús y la fuerza del Espíritu Santo ese deseo de Dios, de que todos se salven, y la impronta misionera universal quedan definitivamente marcadas en la Iglesia.

El pasaje de la carta a los romanos expresa esa pedagogía del plan de Dios, e incluso de su misterio, que, a veces, no entendemos bien. ¡Qué pena la cerrazón de Israel al Evangelio!, pero resulta que esa desobediencia se ha convertido en motivo para que a los gentiles se manifieste la misericordia divina. En los Hch vemos cómo la persecución de los primeros cristianos se convierte en el empujón para que el Evangelio salga de Jerusalén hacia el mundo. Claro, esto no se da sin la fuerza del Espíritu, pero, a pesar de Pentecostés, los discípulos no pasaban fronteras, como Jesús les dijo antes de ascender al cielo. Así que el designio divino y universal de salvación y la misión, no son una opción, sino un requisito que se debe cumplir. Por tanto, de una manera u otra hay que salir a llevar el Evangelio.

Lo mismo sucederá luego, dice el Apóstol, por obra de misericordia obtenida por los gentiles, entonces el pueblo judío alcanzará misericordia. Entonces los gentiles serán los misioneros del primer pueblo elegido.

A modo de conclusión 

Hoy, al menos a algunos, nos preocupa o asusta, incluso, la cerrazón de muchos al evangelio, más aún en los países cristianos y en muchos, que, habiendo sido criados en la fe, rechazan el Evangelio, la Iglesia, hasta a Dios. La historia, por desgracia se repite, pero con Pablo, ante esta situación de preocupante de rebeldía, creemos que Dios se aprovechará de esa desobediencia, para tener misericordia de todos.

¿Por qué tiene que ser así? Pues no sé. Dios quiere lo mejor para nosotros, quiere salvarnos. El problema somos nosotros que sabiendo eso, a veces nos empeñamos en ser como niños rebeldes. Ponemos nuestra esperanza en Dios, que aún de esa testarudez nuestra puede sacar un mayor bien para nosotros. Con eso en mente, no olvidemos que la universalidad y misionariedad, son parte de nuestro ser cristiano.

 

Mons. Leonardo J. Rodríguez Jimenes

Para El Visitante

 

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