Me llamó mucho la atención este comentario realizado en clave de oración de Concha Morata, colaboradora de la Revista Dabar, espero que te ayude como me ha ayudado a mí…
Si quieres…
En nuestra sociedad de prepotencia donde la petición es exigencia y hasta los caprichos quieren convertirse en derechos, no deja de asombrarme el modo que tiene el leproso para dirigirse a ti, desafiando las leyes que le obligan a alejarse de la sociedad:
“Si quieres,…”
Él lo hace desde la naturalidad del que confía en su salvación, pero yo hasta llegar al atrevimiento del leproso he tenido que desprenderme de mí para lograr esa confianza y acercarme a ti. Desde mi destierro he ido aprendiendo a identificar mis problemas, a reconocer mis limitaciones, a comprender mi pecado hasta comenzar a llegar a mi yo más íntimo para dirigirme a ti con humildad. Lograr aceptarme en lo que soy y en la importancia vital que tiene saberme elegida para darte las gracias sin atreverme a levantar la vista y mirarte a los ojos antes de pedir, poniendo por delante ese “si quieres…”, si es bueno para el Reino y para mí.
“Si quieres, puedes…”
Tuve que desprenderme del orgullo de pensar que todo en mí dependía de mí hasta lograr la misma convicción de la fe del leproso en reconocer el poder de tu poder en la fuerza del Amor con que te envía el Padre. Hoy mi corazón siente que sanarme depende de mi confianza en ti y así me lo dice.
Ahora mi mayor logro es aceptar que en mi mano poco más tengo que entregarme a tu voluntad y tu poder. Confiar plenamente en ti. Confiar a ciegas en mi Amigo, en mi Hermano, en mi Amado. Ponerme en tu mano, en las manos del Padre donde radica la fuerza que vencerá mi impotencia.
Hoy he logrado creer en el poder de tu Amor, el que perdona el pecado, el que libera, el que da la libertad.
“Si quieres, puedes limpiarme”.
Me aparté de mi pueblo y de la vida. Hasta que un día aprendí a reconocer en la enfermedad del pecado el motivo que me alejó del Reino y por quien desprecié el Amor que pusiste en mí. Salí a tu paso en busca de curación con la fe sencilla y humilde de saber que tú podías sanarme.
No lo dudaste un segundo. “Quiero: queda limpio”.
Desafiando la ley que bien conocías aceptaste por Amor contagiarte de mí impureza para sanar mi enfermedad.
Limpio.
Libre de pecado gracias a tu Amor.
Fuiste capaz de hacerlo por mí.
…y ahora, al igual que el leproso, ¿cómo no intentar hablar de tu Amor por todos mis hermanos a los que se les calla la voz? ¿Cómo no hacer del Reino esperanza para todos aquellos que ni siquiera conocen que tienen derecho a la justicia?
Permíteme al menos proclamar cómo me has curado y en tu Amor he encontrado camino de Vida.