Hoy Jesús realiza una encuesta: ¿qué dicen de mí por ahí? No contento con los comentarios le preguntó directamente a los suyos. Y, ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Hay un dato interesante, Jesús no preguntó lo que piensan porque sabe que han tenido que hablar del asunto. Él quiere saber lo que piensan y dicen de verdad. Las respuestas como siempre muy educadas. Los discípulos, intentan irse por la tangente y capitaneados por Pedro, que asume la representación de todos, sueltan la definición perfecta.
Ahora bien, la pregunta de Jesús a los discípulos no es solo a ellos. Es también para cada uno de nosotros. No hay fe adulta sin pasar por ella. Jesús no nos pregunta para saber si hemos estudiado la lección. Pregunta para averiguar en qué medida vivimos lo que decimos creer. Decimos que somos creyentes. Decimos que nos apoyamos en Dios en los momentos más difíciles de nuestras vidas. Y hablamos de agradecimiento en los momentos buenos, pero ¿agradecemos de verdad?
Hay preguntas muy importantes y hay momentos en que es esencial encontrar el momento para hacernos “La Pregunta”, dejándola entrar en la mente, porque debemos saber dar razón de la respuesta.
Es importante dejar pasar la pregunta por el corazón, porque a veces los afectos y los apegos pueden hacernos vacilar y también hay que contrastarla en nuestra vida diaria. Nuestros actos hablan más alto que nuestras ideas y nuestras intenciones.
Debemos buscar en nuestro interior quién es, de verdad, Jesús para nosotros. Puede ser tarea difícil porque nos lleva a repasar pensamientos, emociones y actitudes. Pero es necesario, porque así vamos a descubrir que nuestra pretendida pasión en el seguimiento de Jesús, es apenas un tibio entusiasmo. Y sabemos que a Jesús, lo tibio, le deja bastante frío…
Solo si sabemos quién es Jesús de verdad; solo si nos miramos en Él en cada momento, tendremos el sentido que buscamos para nuestra vida. Anímate a encontrar la respuesta.