Ser misionero – misionera quiere decir que en tu corazón late un deseo profundo de que Jesús sea conocido, amado y servido. Ser misionero – misionera, nos dice el Papa Francisco, implica experimentar “una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo”.

Es amar profundamente a Jesús y sobre todo sentir el deseo de comunicar ese amor a otras personas… para que experimenten al igual  que nosotros, su infinita misericordia… Porque “Cuando nos detenemos ante Jesús crucificado, reconocemos todo su amor que nos dignifica y nos sostiene; y en ese mismo momento percibimos que ese amor, que nace de su corazón traspasado, se extiende a todo el pueblo de Dios y a la humanidad entera; y  así redescubrimos que Él nos quiere tomar como instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado ( EG 268) y de todos aquellos que lo buscan con corazón sincero.

La misión no es proselitismo o mera estrategia; la misión es parte de la “gramática” de la fe, es algo imprescindible para aquellos que escuchan la voz del Espíritu que susurra “ven” y “ve”. Quién sigue a Cristo se convierte necesariamente en misionero, y sabe que Jesús «camina con él, habla con él, respira con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 266).

Finalmente “La pasión del misionero es el Evangelio”. Por eso, “junto con San Pablo podemos afirmar: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Cor 9,16). Porque “El Evangelio es fuente de alegría, de liberación y de salvación para todos los hombres. La Iglesia es consciente de este don, por lo tanto, no se cansa de proclamar sin cesar a todos «lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos» (1 Jn 1,1)”.

Anímate, no te quedes cruzado de brazos, encerrado en ti mismo. Lánzate a la calle y anuncia con alegría “el amor de nuestro Dios”, porque tú también eres MISIONERO – MISIONERA.

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here