“El espíritu Santo me llama a seguir sirviendo hasta que Dios quiera”, con esas palabras, Dairene Santo Domingo Rivera describió lo que ella llama su vocación, pues lleva 21 años como Servidora del altar en la parroquia San José de Luquillo.
Probablemente conozca algún otro servidor del altar que lleve quizás hasta más años que ella, pero lo novedoso no está en el tiempo, sino que la joven de 26 años concluyó hace poco sus estudios en Derecho y en el primer intento aprobó la revalida no solo la general sino también la notarial.
“Comencé a estudiar en mayo y en septiembre tomé la revalida. Fueron meses muy intensos de estudio. Desde principios de junio hablé con el sacerdote y le dije que no podría servir como siempre porque debía concentrarme en estudiar. Durante esos meses algunas veces no pude ir. Hubo ocasiones especiales que me preguntaban si podía participar y entonces hacia los arreglos para ir ”, admitió.
Narró que aprovechó esos momentos que sirvió durante el periodo de estudios, para pedirle a Dios que le diera la fortaleza y sabiduría para lograr pasar el examen. “Tengo que darle las gracias a Dios, a la Virgen, a los santos y todos los ángeles porque ellos son parte de este éxito. También a mis padres, Irene y Ramón, a mi familia. Así como a mi comunidad de la parroquia San José, que sé que oraron mucho”, expresó agradecida.
Sobre sus inicios como Servidora del Altar, recordó que fue a la edad de 5 años que lo hizo por primera vez. Reconoció que lo considera como una vocación. “Es algo bien grande para mi, que sin importar mi edad pueda seguir sirviendo. Creo que las oraciones llegan más rápido cuando estás sirviendo”, destacó la joven que nació en Fajardo, pero que se considera una “come coco” como les llaman a los nacidos en Luquillo, porque ha vivido toda su vida ahí.
Exhortó a los servidores del altar a que no vean este servicio como de un rato, sino como algo más a largo plazo porque no solo se sirve a Dios, sino a la comunidad. Al tiempo, invitó a los interesados en ser Servidores del altar a que se den la oportunidad, pues es una experiencia hermosa, “ayudar al sacerdote y estar al pendiente de todo lo que ocurre en el altar”.
La joven que actualmente labora como oficial jurídico, está a la espera de juramentar para establecer su práctica privada en Luquillo. De no ser posible se quedaría en la zona este. No obstante, admitió que podría evaluar otras alternativas dependiendo de las oportunidades que se le presenten.
Cuando se le preguntó si ha vislumbrado dejar de ser Servidora del altar, respondió que: “No, lo he pensado. Incluso aunque me casara y tuviera hijos, los invitaría a ellos (hijos) a también ser servidores del altar, seríamos una familia que sirve en el altar”, concluyó sonriente.■
Camille Rodríguez Báez
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