VI Domingo del Tiempo durante el año – Ciclo A

Contexto

Seguimos sentados a la escucha de Jesús en el sermón de la montaña (Mt 5,17-37). Éste requiere de una sabiduría particular para entender lo que el Maestro nos quiere decir. De hecho, desde el domingo pasado y hoy se nos sugiere que necesitamos una luz y sabiduría especial (cf. Eclo 15,6- 21; Sal 118). Una sabiduría que incluso Pablo proponía el domingo pasado y hoy para entender su predicación y el misterio de la cruz (cf.1 Cor 2,6- 10).

Pidamos al Espíritu que renueve en nosotros ese don de la sabiduría para dejar que la semilla de la Palabra de Dios penetre nuestra tierra, arraigue en ella y dé fruto.

Además, hoy nos unimos en oración al lanzamiento internacional del Sexto Congreso Americano Misionero. Pedimos la sabiduría y la fuerza de la cruz para la misión de toda la Iglesia y en particular la preparación del CAM6.

Reflexionemos

¿Para qué sirven la sabiduría y la prudencia? La primera lectura nos enseña que Dios, en su infinita sabiduría, nos las ha dado para alcanzar la verdadera libertad, que lo será en la medida que sepamos elegir el bien y la vida. Hoy, tal vez muchos piensan en la libertad de otra manera: “ser libre es hacer lo que yo quiera, lo que me salga”. ¿Y si eso que te sale te esclaviza o libera, lleva a la vida o a la muerte? ¿Eso es ser sabio, prudente y libre? Vale la pena preguntarnos eso. Jesús, verdadero Dios y hombre es libérrimo, no solo por su perfección divina sino por la humana que al no tener pecado no le nubló el entendimiento para precisamente no elegir nunca el pecado ni nada que fuera contra la voluntad del Padre. Precisamente cantamos en el Salmo “Dichosos los que caminan en la voluntad del Señor”.

La felicidad no está en descarrilarse, sino en mantenerse en el camino correcto. Un camino que es exigente, como nos lo propone Jesús en el sermón de la montaña. La caridad y misericordia de Jesús no se deben confundir con apocamiento ni exigir menos, al contrario, hoy nos dice: “se les dijo…pero yo les digo…” porque no ha venido a abolir, sino a dar plenitud, por ello tenemos que ser mejores, no por ser mejores, sino por llegar a la plenitud. Cristianismo y mediocridad no pegan.

En sintonía con esto, el apóstol Pablo nos interpela diciendo que “hablamos entre perfectos, una sabiduría que no es de este mundo…una sabiduría divina, misteriosa… predestinada para nuestra gloria.” A pesar de sus atributos, no es una sabiduría que Dios quiere esconder, sino dárnosla para que lleguemos a la gloria, es un don que nos regala para iluminar nuestros pasos.

Esa sabiduría no solo es un atributo de Dios, sino Dios mismo, Jesús es la Sabiduría encarnada. Él vive en nosotros desde el Bautismo, nos da la plenitud de ese don en la Confirmación, nos alimenta en la Eucaristía, nos ilumina con su Palabra. No es una sabiduría intocable ni inaccesible, pues por la Encarnación ha venido a habitar entre nosotros. Solo tenemos que abrirnos a Ella y dejar que Ella obre en nosotros.

Dios quiere que esa sabiduría llegue a todos, por eso la misión no puede detenerse porque el mundo necesita esa luz y sal que transforman, preservan y mejoran lo bueno.

A modo de conclusión

¿Qué sabiduría usamos para tomar nuestras decisiones? ¿Qué sabiduría guía mis pasos? ¿Con qué sabiduría predico y evangelizo? Ya está más que probado que la sabiduría del mundo no nos conduce a un mundo mejor. ¿Por qué no nos decidimos a “razonar” con la “locura” de la sabiduría de Dios? (cf. 1 Cor 1,20;3,18).■

Mons. Leonardo J. Rodríguez Jimenes
Para El Visitante

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