Sigamos la recomendación salvífica y misericordiosa del evangelista Mateo en el capítulo 25 versículos: 35-46, “estuve en la cárcel y fuiste a verme”. Allí se nos exhorta a estar atentos a todo el que nos rodea, identificando particularmente al más necesitado y olvidado. Jesús, en su disfraz más desconcertante, se nos aproxima. Por ello les animo a considerar ser parte de la Pastoral Carcelaria.

Los agentes voluntarios, capellanes o auxiliares, buscan al Jesús que tras las rejas de nuestras cárceles se esconde. Está a la espera de que lo encontremos y le brindemos ese amor que tanto decimos tener a Dios. Pues si amamos a Dios, Él espera en la dirección horizontal de nuestras relaciones, que le amemos en la persona de nuestro hermano confinado. En los 7 años de trabajo en esta gloriosa tarea; Dios se manifiesta desde el joven recién llegado hasta el mayor, que sigue esperando ese día de la libertad cumplida. Somos agentes de esperanza; pues es la que introducimos para animar a los hermanos que por las razones que sean la vida les ha recluido. Contemplando este rostro de Cristo, me doy cuenta que en realidad todos somos confinados; pues dentro de nuestro cuerpo habita el alma que es peregrina en este mundo y busca sin saber, cómo llegar a la casa del Padre.

Identificándome con el confinado logro que él se identifique conmigo y si Cristo vive en mí, comienzo a hacerle morada en el espíritu a Dios en el alma de cada confinado, que semanalmente acude a la capilla o al lugar de encuentro para sentir el amor y la misericordia de Dios; y cómo este obra el milagro de la transformación y la conversión.

También el ejercicio vale para los voluntarios pues en la medida de su entrega se van haciendo uno con Cristo amado.

Las cartas son un medio eficaz de mantener conversación con nuestros hermanos. Si no tienes a alguien o quieres compartir con un hermano confinado, escribe y busca que uno de estos voluntarios haga llegar tu solicitud a alguien que espera por una palabra aleccionadora, un consejo y una bonita amistad. No esperes otra cosa que no sea a Jesús que quiere de tu tiempo y oración para salvar un alma. Usa esa herramienta para dar aliento y enviar paz, pues los tumultos de las almas pueden ser peores que el tapón vehicular más apiñado. Anímate a expandir el radio de acción apostólica, adopta a un confinado.

De mi experiencia diré que a principio me asaltaron temores, dudas y parchos de desánimo me cubrían; pero es vital la perseverancia para ser instrumento en las manos de Dios. Es Él el que hace que las transformaciones y la gloria de Dios, se manifiesten por medio del voluntario. Se necesitan personas que quieran acoger a un hermano, herido por la vida, lastimado por la indiferencia y el desprecio de los que pecan diferente; que tras descubrir que hay un Dios que le ama, le tiene que demostrar el amor de la manera más difícil y peor entendida.

Una cárcel es también una casa. Conviven agentes, empleados de diversa índole y confinados mucho más tiempo que el que pasan cada cual con su respectiva familia. Es comunidad pues hay vecinos cercanos y lejanos que se comunican de algún modo y se espera algo bueno o malo en cualquier momento. Es un país, pues se esperan los que viajarán que van a venir y muchas veces no llegan porque la cárcel no tiene aeropuerto. La cárcel es un mundo, donde también Dios existe. Animo, por mis pobres letras a que alguien tome conciencia y se una a los voluntarios de la pastoral. Animo a los que se sientan interpelados por estas palabras a dar el paso y comprobar que Jesús está preso y espera por tu visita. Animo a los que gusten llamar en la diócesis de Mayagüez al 939-292-2533 y preguntar cómo puedo ser parte de este cuerpo de voluntarios o a los que son de las demás diócesis, pueden llamar al 787-447-2885. Cristo te está esperando.

(Juan G. Lagoa González)

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