Los eventos que suscitaron la muerte de Juan el Bautista representan realidades que van más allá de un lugar y un momento histórico determinado. Juan decía de sí mismo que él era una voz. No era la verdad, sino una voz que proclama la verdad. La verdad es lo que es; la verdad es Él que Es. Asimismo se reveló Yahvé a Moisés en el desierto (“Yo soy el que soy”) y más tarde Jesús se revelaría como el Camino, la Verdad y la Vida. La verdad es exigente y a menudo nos resulta dura. Es fácil aceptar la verdad cuando esta va de acuerdo con nuestros gustos, preferencias e intereses personales. Lo que es difícil es aceptarla cuando se opone a lo que desearíamos. Tal fue el dilema de Herodes.

¿Por qué Herodes se unió con Herodías? Tal vez era hermosa o tenía ciertos talentos. Seguramente Herodes percibía que estar con ella era un bien y se sentía contento con ella. Solo había un problema. No le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodes lo sabe. Su situación no es una de ignorancia. El dilema de Herodes lo experimentamos todos, individual y colectivamente, cuando se nos presenta la disyuntiva de escoger lo que es ilícito, pero que nos parece agradable, u oponernos a ello. Es la lucha entre la carne y el espíritu de la cual habla San Pablo. Herodes, a pesar de continuar viviendo con Herodías, escucha a Juan, la voz de la verdad y lo reconoce como justo y santo, pero sabe que no puede en esta situación reconciliar el deber con el placer. Algo tiene que ceder.

La mentira es todo lo que se opone a la verdad. La mentira es de por sí un acto de violencia y la violencia engendra más violencia. Herodías acechaba a Juan, y deseaba matarle. De seguro lo consideraba retrógrado, intolerante y oscurantista. A su discurso lo consideraba como uno lleno de odio por hacerla sentir incómoda. Pensaba que, callando la voz, iba a eliminar la verdad. Las Herodías de todos los tiempos dicen que el fin justifica los medios; que la verdad es algo relativo; que la verdad es lo que uno quiere que sea; que la libertad no tiene límites; que no existe Dios ni una ley divina; que la felicidad consiste en el poseer y/o en el placer; que somos el producto de una casualidad evolutiva; que el único criterio absoluto de la existencia humana es la satisfacción personal, etc…

Las Sagradas Escrituras no mencionan el nombre de la hija de Herodías, pero por fuentes extra bíblicas sabemos que se llamaba Salomé. La danza de Salomé se parece a las artimañas que usa la mentira para hacer agradable y hacer parecer como bueno o deseable aquello que no lo es. Salomé ha bailado largo y tendido y continúa bailando cada vez que nos presenta las supuestas conveniencias y/o necesidades de aquello que se opone a la voluntad de Dios.

En algún momento de la danza de Salomé, algo sucede con Herodes. Pierde el control sobre sus pasiones. Se le obscurece el entendimiento. Ya no es capaz de discernir correctamente el curso de acción a seguir y comete una imprudencia. Jura a Salomé que le dará lo que le pida. Ahora se entristece cuando escucha lo que ella le pide. Sabe que es una injusticia. Juan solo decía la verdad y eso no es un crimen. A causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, manda que le entreguen a Salomé en un plato la cabeza de Juan el Bautista. Parece que ninguno de los que estaban con Herodes salió en defensa de Juan. Quizás aquí aplica el refrán que dice: “Dime con quién andas y te diré quién eres.”

Ahora parece ser el momento del triunfo de Herodías. ¿Triunfó? Pero… ¿Qué triunfó? Si, ha conseguido la cabeza de Juan el Bautista. Ha callado una voz, pero no puede silenciar la verdad. Su aparente triunfo en realidad es una derrota y en ella ha arrastrado a Herodes. Por su parte, la aparente derrota de Juan el Bautista es su mayor victoria. Ha dado la mayor prueba de amor a Dios: dar la vida por la Verdad.

En nuestra vida personal, ya sea exteriormente o interiormente, continuamente se nos presentan situaciones que hacen revivir el drama arriba señalado. ¿Sabremos reconocer cuándo estamos como Herodes, cuándo somos alcahuetes de Herodías como lo fue Salomé o seremos capaces de ponernos de parte de la verdad, cueste lo que cueste, como lo hizo Juan el Bautista?

(Dr. Rafael Vélez Torres, Candidato a diácono permanente)

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