En el Barrio Coto de Isabela yacen las ruinas de la ermita de San Antonio de Padua en La Tuna. Siendo el único monumento vigente de la época, sus orígenes revelan las raíces del llamado pueblo viejo, fundado bajo el nombre de La Tuna, en el hoy conocido municipio de Isabela.

Fue alrededor de la iglesia donde se asentaron los primeros pobladores isabelinos, provenientes de los pueblos de La Aguada y Arecibo. Al llegar a La Tuna decidieron levantar la ermita, ya que San Francisco era patrón en Aguada, la nombraron en conmemoración al segundo santo de mayor importancia en la orden franciscana San Antonio de Padua, razón por la que se le conoce bajo ese nombre.

La edificación se construyó en piedra, cal y canto, sillares (enormes piedras cuadradas que le daban fortaleza a las esquinas del edificio), y ladrillos para fortalecer y separar las cuatro tapias (pisos). Diseñada en forma de cruz latina (similar al madero donde Cristo fue crucificado) tiene las dos sacristías a los lados del altar, y aunque comparte las mismas dimensiones que la iglesia del pueblo, se diferencia al tener dos capillas laterales. Por su tamaño se cree que se atendía a un público numeroso.

El establecimiento español se dio cerca del cacicazgo de Mabodamaca, al encontrar que allí los taínos tenían los recursos como madera y agua, necesarios para su sustento. A partir de las fechas históricas, se entiende que la fundación del pueblo data de 1733 aunque el área se abandonó para 1818, por el traslado hacia el municipio actual.

No obstante, el lugar conserva múltiples evidencias de su existencia, que incluye: crónicas, mapas, artefactos, monedas y enterramientos, todos de valor arqueológico. Así lo confirmó Sandra Girald, fundadora y directora de la Corporación Mabodamaca y Casa Tuna.

“Se han rescatado el cáliz de la iglesia, los hierros, monedas y enterramientos. Se nos asegura que la Virgen Dolorosa, que sale en Semana Santa y se encuentra en una de las capillas de la Sacristía de la iglesia del pueblo, perteneció a la Ermita porque la confección de la imagen es hueca por dentro. La segunda es la imagen pequeña de San Antonio que tiene al Niño en brazos y por dentro es hueca”, aseveró.

Sin embargo, antes de que se percataran del valor histórico, el área estaba en un abandono completo y era un basurero. La exploración de las ruinas surgió como parte de una encomienda que le hiciera el fenecido historiador y profesor Fernando Picó a la profesora María Judith Colón en su tesis de maestría a quien instó a investigar y estudiar los archivos del pueblo de Isabela.

Girald reconoció que hoy día “esto es lo único que nos queda de esta época en la que Isabela comenzó como pueblo. La tradición y religiosidad del municipio dio comienzo ahí. Además (la Ermita) es importante por su arquitectura y los hallazgos arqueológicos que pertenecieron a los primeros pobladores de La Tuna”.

Cabe señalar que las ruinas están reconocidas en el Registro Nacional de Monumentos en Washington. “Esto nos pone a nosotros a nivel de un monumento histórico nacional registrado”, subrayó.

Fundada en 1988, la Corporación Mabodamaca y Casa Tuna, entidad sin fines de lucro que se encarga de conservar y proteger los predios del llamado Pueblo Viejo. El acceso y visita es libre de costo, aunque si se desea se puede dejar un donativo. Los días de atención al público son sábados y domingos de 10:00 a. m. a 3:30 p. m. Para información pueden comunicarse al 787-872-0059 o acceder a www.corporacionmabodamaca.com

Nilmarie Goyco Suárez
Twitter: @NilmarieGoycoEV
n.goyco@elvisitantepr.com

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