(Último de dos partes)
Recordaba los retos a la familia en esta sociedad neoliberal. A esto afirmaba el Dr. Fernando Vidal, catedrático de familia, que el neoliberalismo empobrece los vínculos, superficializa los compromisos, desprecia los fundamentos, descarta a los débiles y resta valor a la vida.
El neoliberalismo fabrica FlexiFamilias. Las que llamamos Familias Líquidas son las que se convierten en un tipo de parejas y familias muy frágiles. Sus recursos internos son pocos y tienen una baja tolerancia al fracaso, lo cual a veces acaba desatando episodios violentos.
En la relación con los hijos con frecuencia sienten impotencia. Las crisis de parejas y familias están creando un enorme dolor y malestar en nuestro mundo. La gente quiere alcanzar el amor eterno pero, sin embargo, se ve inducida a ser individualista y neoliberal. Las crisis familiares y conyugales siempre han existido desde Adán y Eva, pero no siempre el propio sistema social, económico y cultural se había convertido en el principal inductor.
Así, con frecuencia las familias toman solamente una parte de su misión (hacerse felices, disfrutar o tener hijos) y aplican el máximo de flexibilidad. Así, esa organización neoliberal de la familia va minando su tejido interno de vinculaciones. No viven desde la alianza, sino desde el contrato. No viven desde la entrega, sino desde el cálculo. No viven desde la bendición, sino desde la utilidad. El paradigma neoliberal de familia tiende a educar a sus hijos desde la permisividad. El neoliberalismo corre por dentro la misión y relaciones de la familia concreta y llegará un día en que esta carecerá de sentido y se derrumbará.
El relativismo y fundamentalismo postmodernos han centrado mucho su atención sobre las relaciones amorosas, conyugales y familiares. Y relativismo y fundamentalismo han fracasado estrepitosamente: han creado mayores problemas que los que pretendían solucionar. El relativismo no solo no pone andamios al edificio, sino que mina sus cimientos. La familia que propone el relativismo es el hogar levantado sobre arena pantanosa. El fundamentalismo vierte cemento encima de la casa. Ciertamente debemos construir los hogares sobre roca sólida que dé buenos cimientos, pero no echarle hormigón armado encima porque entonces se ahogará.
Si me preguntan cuál es el reto ante la familia hoy, en lo que enuncio ahora tendremos mucha tela cortada.
Nuestro reto es:
1. Preparar más realistamente a los novios para asumir ese compromiso. Inventar nuevos modos de llevar el mensaje a los jóvenes. Añadirle a esto, tal vez, métodos sicológicos que les conciencien de sus debilidades y fortalezas para asumir la relación conyugal.
2. Esto conlleva también de parte de nuestra Iglesia, agilizar las causas de nulidad matrimonial y ser realistas con esa situación, que tras el fracaso humano, lleva a las parejas al desánimo con su fe.
3. Inventar más fuentes de apoyo a las parejas en crisis. Y también el apoyo a los que viven situaciones discordantes con nuestro ideal católico. De ninguna manera podemos dar la impresión de que son excluidos de la comunidad, por más que la Iglesia les imponga limitaciones sacramentales.
4. El reto es la paciencia y misericordia con parejas de buena voluntad que no encuentran práctico el juicio moral católico sobre la regulación de la natalidad.
5. Podría añadir más incisos pero acentúo el reto que a mí me mueve más en este ministerio de iluminación y sanación a familias y parejas. Tal vez mi reto sea contentarme con conseguir aumentar el número de este ‘resto’. Conseguir, como decía Martí, que “cuando en un pueblo hay muchos hombres sin decoro, siempre aparecen algunos que tienen en sí el decoro de muchos”.
Los que entienden el matrimonio como una vocación divina, y como vocación se sienten tan consagrados como los que optaron por el sacerdocio o la vida religiosa. Los que en las alegrías y en las penas, creen y sienten que el Señor Jesús les acompaña en la tarea, porque Él también firmó el compromiso matrimonial el día de la boda. Los que recibieron el matrimonio no solo como una tarea de amor humano, o como un lugar para sus compensaciones emocionales y sexuales, sino que viven este amor como reflejo del amor divino.
Los que se han dedicado no a conseguir una casa, sino en crear un hogar. Los que cuando dan un beso, una caricia, un servicio, a su ser elegido ven en él, en ella, al Jesús que se visibiliza en su amor humano. Los que viven esta relación humana abriendo una ventana en el horizonte hacia la trascendencia. Esto es vivir matrimonio de forma diferente.■
P. Jorge Ambert, SJ
Para El Visitante