Del relato de otro discípulo del Venerable Rafael Cordero se puede deducir su entrega sabia, caritativa y desprendida a la educación de la niñez. La madre de Pedro de Angelis Angulo temía enviar a su hijo a una escuela en el Viejo San Juan, tenía sus recelos y estaba nerviosa, pero decidió llevar al niño a la escuela del Maestro Rafael. Pedro, el hijo, recordó el episodio: “Una hermosa mañana que recuerdo como vago ensueño de mi edad primera, me llevaste de la mano a la morada de un humilde artesano, hablaste con él breves momentos sellando mis labios, con ardorosos besos me dejaste a su lado. Al alejarte, gruesas lágrimas surcaban tus mejillas. Era la primera vez que nos separábamos. Una y mil veces volviste la cara para decirme adiós, una y mil veces te sentiste arrepentida de tu noble resolución.
El miedo se apoderó de mi corazón. ¿Qué iba yo a hacer en aquella casa junto a un hombre que era completamente desconocido? Lo ignoraba. Tú que todo me lo decías, tú que buscabas en mí un consejero de cuatro primaveras, me habías ocultado tan súbita determinación. ¿Qué se tramaba contra mí?”.
Pero otra fue su realidad: “El venerable anciano que desde aquel venturoso día iba a ser mi maestro, me llamó a su lado y poniendo sus callosas manos sobre mi rubia cabeza me dijo: ‘Hijo mío, no temas de este pobre viejo; desde hoy seré tu maestro y si eres bueno y aplicado, tendré siempre para ti una cariñosa sonrisa. ¿Me lo prometes?’. “Sí, señor”, respondí con voz compungida. ‘No llores’, me dijo, ‘dentro de breves momentos verás llegar muchos niños de tu misma edad, te harás su amigo y en los ratos de recreo jugarás con ellos. Ahora siéntate en aquel banco de enfrente’”.
Finalmente este alumno narró su experiencia y la de sus compañeros cuando se enfrentaron a la realidad de la muerte de su maestro: “Lejos de alegrarnos, la noticia la sentimos. Nos habíamos identificado con aquel hombre cuya bondad era inagotable. Ocho días duró la enfermedad del buen viejo. Todos se disputaban el honor de verle, de estar a su lado, de velar a su lecho. Era el 5 de julio de 1868. El día se presentó lluvioso, parecía que la naturaleza trataba de asociarse al dolor que en tan críticos momentos experimentábamos. La enfermedad del Maestro se agravaba por momentos presagiando su próximo fin. ‘De hoy no pasa’, decían los más inteligentes, sintiendo agolparse a sus ojos gruesas lágrimas, sincera expresión del dolor que en tan tristes momentos les embargaba. Media hora antes de su muerte, ocurrida a las cinco de la tarde de aquel memorable día, llamó el Maestro Rafael a todos sus discípulos entre los que me encontraba, y extendiendo sus demacradas manos sobre nuestras cabezas, nos bendijo diciéndonos: ‘Hijos míos, a este pobre anciano que les ha enseñado cuanto sabía, no le queda más que un soplo de vida’. Momentos después expiró con una vela sellada y unos escapularios que le mandaron las monjas Carmelitas. Sus últimas palabras, síntesis de su ejemplar vida fueron estas: ‘¡Dios mío, recíbeme en tu seno!’”.
Un doble favor del Maestro Rafael enviado el 24 de octubre de 2018
Estimado Padre Oscar: “Mi nombre es SRT, estudiante doctoral en EE.UU. Le escribo para notificarle dos sucesos que me han ocurrido este semestre con el venerable Rafael Cordero. En Puerto Rico fui maestra. Mi última experiencia fue como maestra de educación especial y en mi escritorio tenía la foto del venerable Rafael Cordero. Los dos sucesos son los siguientes: El primero ocurrió en la semana del 7 al 13 de octubre de este año (2018). Estaba preocupada por un trabajo que tenía que entregar a mi profesora para el miércoles, 10 de octubre. Tenía como un bloqueo mental y no podía escribir, ya que consideraba el trabajo muy difícil y pensé que no sería capaz de entregarlo. Además tenía que entregar otro trabajo de la clase de estadística (para el jueves, 11 de octubre).
Hablando con mami le comenté mi preocupación sobre los dos trabajos y me dijo que le pidiera la intercesión al venerable Rafael Cordero. Ese domingo, fui a misa y luego, con mucha fe, hice la oración al Venerable Rafael y le pedí que por favor me ayudara a escribir, que removiera de mi mente esa barrera mental, y que también me ayudara a poder entregar el trabajo de estadística. Le dije que si terminaba esa tarea y la entregaba el miércoles, 10 y que si también entregaba el trabajo de estadística al día siguiente, le escribiría a Padre Oscar sobre su intercesión. Y así sucedió, logré escribir el trabajo para entregarlo el miércoles, 10 y también logré entregar el trabajo de estadística al día siguiente (jueves, 11 de octubre) con ayuda de una compañera. Estaba muy agradecida con él por su intercesión. No podía creer que había sido capaz de entregar las dos tareas. Esa tarea del miércoles para mí era muy importante porque era un ejercicio de práctica de mis exámenes calificadores de mi programa doctoral.
El otro suceso ocurrió el 24 de octubre de 2018. Hice la oración al Venerable Rafael Cordero desde el 16 de octubre hasta el 24 de octubre como novena en conjunto con una novena a San Rafael Arcángel. El 12 de octubre me entregaron mis exámenes calificadores, y tenía 8 semanas para contestarlo y entregarlo el 12 de diciembre de 2018. Estoy tomando una clase de estadística que, a inicio de semestre, no quería tomar pero tuve que seleccionarla porque la otra clase que tenía planificado tomar fue cancelada. Sabía que el proceso de tomar los exámenes calificadores al mismo tiempo que la clase de estadística sería un reto porque tanto la clase como los exámenes calificadores requieren niveles de pensamiento distintos y ambos requieren mucho tiempo.
De manera sorpresiva, abrieron una sección de la clase que había sido cancelada y la hicieron una clase de 8 semanas (desde octubre a diciembre). Al abrirse este curso tenía la posibilidad de darme de baja de la clase de estadística y tomarla, porque ambas equivalen a 4 créditos respectivamente. Antes de tomar la decisión de darme de baja de la clase de estadística y tomar la clase de las 8 semanas debía consultar con una profesora para obtener su aprobación. Estaba muy preocupada por su respuesta y tenía un poco de miedo. Pero le dije: ‘Rafael Cordero, si la profesora me permite coger la clase de 8 semanas y darme de baja de estadística, sabes que lo voy a atribuir a tu intercesión y se lo escribiré el mismo día a Padre Oscar’. Quería tener la aprobación de la profesora para ser obediente y cumplir con mi responsabilidad como estudiante, con dignidad y transparencia. Le envié el correo electrónico a la profesora el 23 de octubre en la noche sobre mi intención de tomar la clase de 8 semanas. Me dio su opinión sobre el proceso y al final me dijo que era mi decisión, si quería seguir en la clase de estadística o si prefería tomar la de las 8 semanas. Estaba muy feliz porque la profesora me permitió tomar la decisión sobre las clases. Una vez más pude ver la intercesión del Venerable Rafael Cordero y tal como se lo prometí, hoy mismo, 24 de octubre de 2018, le estoy enviando el testimonio a Padre Oscar. Puedo añadir que he visto su intercesión en mis preocupaciones ordinarias como estudiante doctoral. Venerable Rafael Cordero, ruega por nosotros.
Celebración natalicio Venerable Maestro Rafael
Con motivo del natalicio del Venerable Maestro Rafael Cordero tendremos una celebración en la iglesia San Francisco de Asís en el Viejo San Juan, en pro de su beatificación, el jueves, 24 de octubre a las 11:15 a. m. y el domingo 27 en la Catedral San Juan Bautista en Viejo San Juan a las 11:00 a. m. El joven Ángel Manuel estará protagonizando la obra teatral El maestro de la Calle Luna, del dramaturgo Rafael Pagán Rodríguez y dirigida por Doel Ramírez, que se presentará del 22 al 25 de octubre, en el Teatro Francisco Arriví en Santurce. Se efectuarán varias funciones escolares y una para el público general, el viernes 25 de octubre, a las 8:30 de la noche.
Oración pidiendo la beatificación
Señor y Dios nuestro,Tú que infundiste en Tu siervo el Maestro Rafael, laico puertorriqueño, un ardiente celo por la educación integral de la niñez y una luminosa caridad para con los pobres y con los desamparados, te pedimos, si es Tú voluntad que nos concedas la gracia (pedir el favor), de manera que Tu siervo sea elevado a los altares. Rezar un Padre Nuestro, un Ave María y Gloria.
Abad Oscar Rivera, OSB
Para El Visitante