Cada semana María del Carmen De León acoge a niños y jóvenes de las comunidades de Patillas en la parroquia Inmaculado Corazón de María para impartirles, junto al equipo de catequesis, un pan de enseñanza que luego les llevará al Pan de vida.
Recordando sus inicios en este servicio De León expresó que “Todo comenzó por una necesidad que había en la comunidad Marín (en Patillas). Había falta de catequistas”. Ahora, por más de 20 años “Maruca” como mejor la conocen en su familia y comunidad ha servido como catequista y por los últimos 10 años es la coordinadora. En su trayectoria ha enseñado todos los niveles para niños, ha animado y organizado la catequesis de su comunidad respondiendo a las nuevas necesidades y visualizando estrategias para que la enseñanza sea una experiencia para sus participantes.
“Son muchos los momentos de alegría que se viven en la catequesis. Ver las caritas de los niños llenos de alegría al recibir la Comunión. Ese deseo y felicidad de recibir a Jesús”, reveló De León al hacer memoria de los logros que disfruta cada vez que los niños concluyen su preparación a la Primera Comunión o a la Confirmación como etapas impartidas en la catequesis. “Cuando un niño te dice: ‘Misi yo sentí que Jesús llegó a mi corazón’ o ‘Misi yo quiero ser monaguillo’ es una satisfacción inmensa ver que los niños desean más”, reconoció.
No obstante, en el camino del servicio también acechan los momentos de desánimo, que compartió, ha podido enfrentar gracias a la oración y al apoyo de la dirección espiritual y del acompañamiento de los hermanos en la fe y la familia. Entre los momentos difíciles que ha enfrentado De León desde su labor en la catequesis están los casos de padres que han querido retirar a sus niños de la catequesis o el impacto emocional de un divorcio o la pérdida de un padre para un niño.
“Como mujer me siento valorada por la Iglesia. Definitivamente. El rol que he tenido como catequista mujer es muy importante. Tenemos un lugar muy importante”, afirmó al reconocer que el aspecto femenino en la iglesia es esencial. Como mujer su mejor regalo a la Iglesia es su testimonio de esposa, madre y catequista. Testimonio que parte desde la vivencia del Evangelio en la iglesia doméstica y que se expande a la iglesia parroquial. ■
Jonathan Colón Hernández
Para El Visitante