Después de la horrorosa falta de la infidelidad viene o la ruptura o el perdón. Preferimos el perdón, pero el genuino. El falso no busca formas de alejarse de la persona y el ambiente de lo sucedido. El falso se cree que merece el perdón así como ná. El falso no muestra reparación reconociéndole a la persona amada su error y con gestos que muestren haber recuperado el valor de esa persona injuriada. El falso es como Hitler que firma un pacto de no agresión con Rusia, en lo que se prepara para atacarla de lleno. Dar perdón en esas condiciones es retroceso, no avance.
Chayanne expresa bellamente en su canción Un siglo sin ti algunos de los sentimientos genuinos del buen perdón, el que sana, el que conlleva crecimiento nuevo y progreso. Reconoce que “piensas que no he sido sincero, que ya no tengo remedio” pero “quién me iba a decir que sin ti no sé vivir”. Dicen que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Esta frase lo expresa. Ahora que me expulsan de la casa por mi acción, reconozco que “sin ti no se vivir”. Que habrá otras que como mujer pueden agradar, pero les falta el elemento principal. Es cuando el pecador cae en la cuenta de que mujeres hay muchas, pero esta mía no es una mujer. Esta es
LA mujer. En esta persona existe una cualidad única e inseparable de ella, que logra lo que nadie para mí. Yo pienso que matrimonio es haber encontrado a una persona que es tan significativa para lo que yo soy como persona en este mundo, que, si la dejo escapar, soy un idiota.
Es buena actitud del que pecó el reconocer que “me he inventado mil historias para demostrarte mi cambio”, pero no se afianza en la falta, sino que invita a que “rescatemos lo que nos unió… que todos aprendemos de nuestros errores”. Es buena propuesta. Lo que ha sucedido en esta pareja, no ha sido todo defecto y maldad (quizá demasiada). También esta ruta de amor ha producido momentos intensos, logros positivos. Así sucede en las parejas, si es que la relación estuvo bien planteada desde el comienzo. Los errores vienen con el cansancio, con la rutina, con no detenerse a ver qué agradezco de lo conseguido y qué me preocupa. Donde hubo fuego cenizas quedan. Es cuestión de sacudir el anafre para que surja de nuevo la llama en el carbón aparentemente apagado.
El buen arrepentimiento reconoce que debo “abrir las puertas de mi corazón para cuando decidas volver”. Es como decirle a la persona ofendida “mal lo hice, pero si me das una oportunidad voy a demostrarte que lo puedo lograr de manera diferente”. Reconocerle que “nunca habrá nadie que pueda llenar el vacío que dejaste en mí”. Reconozco que hay situaciones en que no es fácil dar el paso, pues la pasión es violenta, es pasión fatal.
Como en la película Fatal Attraction. Lo he vivido tristemente con algunas parejas. Con la mente reconocía él que el error era loco. La pasión, las circunstancias, pudieron más. No se pudo lograr ni el perdón, ni el corte con el pecado. Tristemente este amigo no experimentó lo de Chayanne “porque nunca habrá nadie que pueda llenar el vacío que dejaste en mí; has cambiado mi vida, me has hecho crecer, es que no soy el mismo de ayer”. No tuvo la experiencia de poder expresar que “un día es un siglo sin ti”.
Hará ya muchos años, un amigo cayó inesperadamente en esta trampa. No había forma de cambiar su actitud, aunque reconocía su locura. Le dije a la esposa “déjalo ir con la otra; es la única prueba que queda”. Ella lo hizo con el dolor de que todo terminaba allí. Se fue a vivir a Florida. Al mes él se dio cuenta del mal negocio y la trampa en que había caído. Había algo nuevo en aquella mujer, es verdad. Pero perdía en el cambio. Es como aquel anuncio de galletitas Ritz. Son redondas, con los mismos rotitos, pero no sabe igual. Tuvo él la suerte de que ella tomó la decisión de aceptar su vuelta, y comenzaron entonces un camino de crecimiento que nunca habían soñado. ■
P. Jorge Ambert, SJ
Para El Visitante