“Dios me fue preparando, desde un principio para que tomara la batuta”.
Con esas palabras Ernesto Merced García, mejor conocido como Tito, describió la dura experiencia que le tocó vivir tras la repentina muerte de su esposa hace 7 años y cómo su vida cambió, al tener que convertirse en padre y madre de dos de sus cuatro hijos.
“Mi esposa era estilista y como ella trabajaba por las tardes y los sábados, a mí tocaba carretear a mis hijos a las actividades extracurriculares de la escuela. A las nenas, las llevaba a las prácticas y a las clases de baile. Siempre pienso que Papá Dios me fue preparando para esto”, reconoció el lector y monitor de la Capilla La Milagrosa del Barrio Las 400 de Canóvanas.
Continuó diciendo que: “Dios es grande, poderoso, todo lo puede. Él es un Dios que hace lo imposible, posible. Es fuerte, duro después de tantos años casados. Estábamos a punto de cumplir 30 juntos, pero me aferro al Señor cada día más para poder sobrellevar esto. Para que me dé sabiduría y fortaleza para seguir hacia adelante”.
Admitió que uno de los momentos que más le impactó fue cuando su hija de solo 10 años le preguntó quién la llevaría de ahora en adelante a la escuela, tarea que hacía su mamá. Él le respondió que él. Ante esto, la vida de Tito dio un giro de 360 grados, empezando por verse en la obligación de dejar su trabajo como constructor.
“Como vivo en un lugar tan apartado de la carretera principal tenía que salir entre las 3:30 y 4:00 de la mañana para llegar a tiempo al proyecto. Y no tenía con quién dejar a las nenas ni tampoco podía llevarlas a la escuela a esa hora. Así que hablé con mi jefe y renuncié, aunque ya estaba teniendo problemas con la espalda y el médico me había recomendado dejar el trabajo”, señaló.
Relacionado a las tareas del hogar que ahora le correspondería hacer a él, dijo que eso no fue un problema. “Yo estaba acostumbrado a hacer todas las cosas de la casa, a cocinar y todo porque nos dividíamos las tareas”, esa parte no fue tan difícil porque sabía cómo hacerlas”, comentó.
De otro lado, admitió que antes de la muerte de su esposa, su fe no era tan sólida. “Siempre iba con ella a la iglesia, pero luego de esto me arraigué más, porque ¿a quién vamos a recurrir? como dice el apóstol Pablo, tenemos que recurrir al Señor que es Él que nos da la vida y la esperanza”, aseveró quien está involucrado en el grupo de Cáritas parroquial.
Compartió que tampoco rezaba el rosario, “ahora lo rezo todos los días porque a través del rosario encuentro paz y una fuerza bien bonita para seguir”. Actualmente sus hijas tienen 17 y 21 años, la mayor está en la universidad y la otra se gradúa el próximo año de escuela superior.
Sobre cómo es el proceso de crianza de sus nenas como él las llama, precisó que “gracias a Dios a ninguna de las dos le conozco ningún novio. Hablo con ellas y les explico que tienen que tener mucho cuidado con los hombres. Le recalco que para tener hijos hay que casarse y que tienen que cuidarse porque hay muchas niñas criando niños”.
De otro lado, Tito enfatizó que está atento de que sus hijos sigan los caminos del Señor. Por eso monitorea como él dice, si los dos que no viven con él, van a la Iglesia. “Tengo uno en Estados Unidos, lo llamé y le pregunté si había ido a misa y me dijo: ‘No’. A la otra semana, le hice la misma pregunta y me dijo que no pudo. La tercera vez le dije: ‘Para que te olvides de Papá Dios, es mejor que te olvides de papá’. Me dijo: ‘Ok papá y están yendo todos los domingos con su familia’. El otro va sábado o domingo dependiendo del trabajo y las nenas van conmigo”, observó. Aceptó que el ejemplo es bien importante, “porque no le puedes pedir a tus hijos que vayan a la iglesia si tú no vas”.
Al indagar si vislumbra buscar una nueva pareja, respondió en tono convincente que no. “No pienso en eso ahora. Solo estoy concentrado en ayudar a mis hijas a salir adelante”, enfatizó el amante de jugar dominó con su mamá de 92 años.
Camille Rodríguez Báez
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